El alcalde de Santiago, Abel Martínez, ha actuado con mucha
responsabilidad al hacer valer la autoridad del ayuntamiento para
impedir que venduteros extranjeros indocumentados monten negocios
callejeros, generando un proceso de arrabalización en distintos sectores
urbanos de la segunda ciudad más importante del país.
Como si fuera una plaga de mangostas, los tarantines, casetas y
mantas sobre suelo instalados principalmente por haitianos ilegales se
diseminaron por todo Santiago creando focos de suciedad y hacinamiento
humano, y el alcalde Martínez, con el apoyo del Concejo Edilicio,
decidió ponerle fi n a ese desorden.
¡Bien hecho! Los ayuntamientos son los gobiernos locales de los
municipios, los que fi jan las normas para el uso de los espacios
públicos y los que autorizan y cobran impuestos a los distintos
proventos de una ciudad.
Para ejercer cualquier tipo de comercio legal o para el usufructo del
espacio público, los interesados deben poseer documentos de identidad y
cumplir con varios requisitos.
Los extranjeros ilegales, sobre todo los haitianos, que son la
mayoría de los que operan esos tarantines, deben tener permisos ofi
ciales de residencia y de identidad para poder optar por una
autorización municipal para operar negocios.
Pero resulta que los haitianos indocumentados pasaron por alto estas
normas, se instalaron y se adueñaron medalaganariamente en los espacios
públicos que consideraron apropiados, montaron carpas y mesas, y
generaron verdaderos arrabales.
El alcalde Martínez, desde que asumió su cargo hace un año, se ha
mostrado empeñado en limpiar y hermosear Santiago, y de hecho ya le
cambió radicalmente el rostro de suciedad y abandono que tenía y desde
entonces está implantando el orden donde no lo había.
Sacar a los haitianos ilegales de toda actividad comercial pública,
tal como lo hizo con venduteros dominicanos que operaban sin los
permisos municipales y también arrabalizaban o creaban “mercados de
pulgas” en Santiago, ha sido un acto valiente, ineludible y necesario.
No es una acción contra los extranjeros ilegales, per se. Es una
acción contra todo aquel que violente las normas municipales o que, con
sus comportamientos, dañen, contaminen o afeen las ciudades.
Las demás alcaldías, en aquellas ciudades que atraviesan por el mismo fenómeno degradante y vergonzante, deberían de imitarlo.
Tomado del editorial de
de la fecha
No hay comentarios:
Publicar un comentario