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martes, marzo 28, 2017

La Marcha Verde y el refranero popular

“SABES QUIÉN VIENE A CENAR” 
Todo parece indicar que eso que durante mucho tiempo se criticó, el silencio ciudadano ante el tema de la corrupción y ante la impunidad que crecía como el PIB o la verdolaga, ha llegado a su fin ¡y qué bueno! En plan refranero popular, digamos que “tanto fue el cántaro al río” (Ö) “tanto sobó el diablo a su hijo hasta que” ocurrió, y aquí está parte de la ciudadanía nacional, o más exactamente parte importante de la sonora clase media, esa que por serlo dispone del tiempo y la relativa independencia para hacerlo, exigiendo al gobierno tomar medidas contra la impunidad, aún al alto precio de afectar sus intereses partidarios.
“De tanto llamar al diablo”, don Lucifer ha venido a cenar con nuestra partidocracia.
DE TANTA “VIDA LOCA”. 
Tantos años de impune “vida loca” de nuestro sistema político-empresarial parecían haber despojado a la amplia clase media (la misma que los gobiernos del PLD ayudaron a re-componer a partir de la crisis de 2003) de su capacidad de reacción y participación social y entonces ocurrió, que lo mucho “hasta Dios lo ve”, e incluso lo vio don Pedro Mir, (es decir, la poesía) cincuenta años antes de que ocurriera: “Ö porque van muchos años, muchas elecciones, muchos millones y (Ö) y demasiado silencio”. La clase media -a la que pertenece uno de cada cuatro votantes dominicanos- está sublevada de indignación e impotencia. Por lo menos la mitad de ella votó al PLD, pero no importa, no es del PLD ni del PRM y los bloques político-empresariales de ambos contra quienes están sublevados los verdes, sino contra sus prácticas, su manera de ejercer la política y el poder con el electoralmente exitoso libro del Dr. Balaguer como manual de uso. Es cierto que esa clase media indignada está compuesta por solo uno de cada ocho votantes, sí, pero “grano a grano se llena la gallina el buche”, y que llegue la advertencia con Machado: ´Romero, para ir a Roma, lo que importa es caminar; a Roma por todas partes, por todas partes se vaª. El movimiento por el cuatro por ciento para la educación no universitaria lo iniciaron tres greñudas, dos alternativos y un cura bueno frente al Congreso, y terminó imponiéndose a todo el sistema político nacional, con bembitas y querellas, pero se impuso. Quien dijo que las cosas para ser posibles tienen que ser probables, amor, (que no volviste).
MACOS Y CACATAS 
Una vez más Santiago demostró que es Santiago, (como las Águilas). La marcha fue una muestra de civismo ciudadano, y tanto los organizadores como las autoridades hicieron su trabajo. Sólo una crítica se oyó desde La Herradura hasta el parque Duarte: Ella reunió a macos y a cacatas, a tirios y a troyanos, madrileños del Real y catalanes del BarÁa. Conocidos símbolos del latrocinio nacional marcharon sin vergüenza alguna, demostrando una vez más que carecen de ella. Pero ese era su constitucional derecho, pues ninguno ha sido condenado y algunos ni siquiera han sido sometidos a la justicia. Y es que los organizadores (y esto habrán de revisarlo) convocan a las marchas pero no tienen el control de ellas, ni de los participantes ni de las vallas que en ellas se exhiben, algo sumamente peligroso en la era del fanatismo posverdad, y más en un país que en cuarenta años ha pasado de la lucha por la libertad de expresión, al padecimiento de la más absoluta libertad de difamación. Y vuelvo al refranero popular: “Donde las dan, las toman”.
“CUANDO LA PARTERA ES MALA”
Muchos criticaron la presencia y el inusitado protagonismo  de voceros de pequeños partidos que en las elecciones obtuvieron menos votos que el número de participantes en la marcha. Pero precisamente por eso el protagonismo, por eso ese presentarse “más papista que el papá”, o sea, más ético que Bosch, Eduardo Estrella o Ventura Camejo, y más ambientalista que Luis Carvajal o Eleuterio Martínez. Se trata de buscar en las marchas, las redes y los medios, lo que no se encontró ni se logró en las urnas, y el pequeñito PLD de los años ochenta sabe de eso. El problema grave es que nuestros políticos no saben con qué se come eso de “autocrítica”, eso de repensar sus fracasos, averiguar con franqueza el porqué su enanismo electoral más allá de las culpas del otro; en fin, el uso desmedido del refranero popular que hoy tanto he citado, por ejemplo: “Cuando la partera es mala, le echa la culpa al niño, al niño”.
Pablo McKinney
pablomckinney@gmail.com

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