Pese a todos los
pronósticos ganó la primera opción. El “No” se impuso con el 50,2% en
contra del acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC. El “Si” obtuvo
el 49.7% con una preocupante abstención, de más del
60%. El resultado contrasta con la mayoría de las encuestas que
afirmaban una ventaja del “Si” frente al “no” de unos 13,3 puntos
porcentuales y del apoyo descomunal de la comunidad internacional, que
se volcó públicamente en apoyo del acuerdo.
Sin embargo, la voz de Colombia se impuso, evidenciando su rechazo a los puntos más polémicos del acuerdo: Ninguno de los guerrilleros iría a prisión siempre y cuando reconozca sus crímenes, recibirían apoyo económico y podría participar en política.
Sin embargo, la voz de Colombia se impuso, evidenciando su rechazo a los puntos más polémicos del acuerdo: Ninguno de los guerrilleros iría a prisión siempre y cuando reconozca sus crímenes, recibirían apoyo económico y podría participar en política.
Pese a la polarización
por estos puntos, el hecho de que los municipios más golpeados por el
conflicto votaran mayoritariamente por el Sí, es un indicio de que paz
es deseada y aún es posible, siempre y cuando
se transite por un proceso de reconciliación, y de sanidad colectiva
por los 52 años de guerra física y mediática.
El “No” ganó entre otras
cosas, porque el dolor se trasformó en una lucha política. No es fácil
perdonar, no es un proceso que hace de la noche a la mañana, Nelson
Mandela lo consiguió después de 30 años de encierro.
Fue en una pequeña celda donde concibió la idea de que solo el perdón
permitiría reconciliación nacional sudafricana.
Cuatro años de dialogo
entre la cúpula del gobierno y la FARC no le otorgaron espacio a los
ciudadanos para que procesaran el dolor y las amarguras dejadas. La
cúpula de las FARC debió visibilizar su arrepentimiento
desde el inicio del dialogo, a fin de ayudar a sanar las heridas
dejadas en la sociedad y contrarrestar los argumentos de la derecha.
El resultado del
plebiscito evidencia que faltó grandeza y solidaridad de ambas partes
para entender que la deuda social de más de 12 millones de campesinos
pobres, no se borra con cuatro años de conversaciones
para lograr un acuerdo con puntos difíciles de aceptar. Hizo falta un
manejo más humano y sensible del proceso. Lo que no entendió el
conservadurismo del expresidente Álvaro Uribe, que ha ganado el
plebiscito contribuyendo a hondar las heridas del dolor.
Falta ver como se acata
la convocatoria del presidente Juan Manuel Santos a los partidos
políticos para conciliar la polarización del país, frente a la realidad
de un acuerdo firmado.
El dialogo que se abre a
punta, a buscar nuevos consensos en lo relativo a la entrega de dinero
a los miembros de las FARC para reintegrarse en la sociedad
colombiana.
El acuerdo establece que:
“Una vez que dejen las
armas y se concrete la desmovilización, cada ex combatiente que se una
al proceso de paz recibirá durante 24 meses una asignación del 90% del
salario mínimo y unos 620.000 pesos (US$218),
siempre y cuando no tengan “vínculo contractual que les genere
ingresos”. Luego podrán acceder a una asignación única de 2 millones de
pesos (US$700). También tendrán derecho, por una vez, a 8 millones para
emprender un proyecto productivo.
Las ronchas desatadas en
este punto se deben a que las FARC supuestamente eran socias de
carteles de narcotráfico por lo que se cree que ganaron mucho dinero.
Los acuerdos no contemplan la entrega del supuesto
dinero ganado y almacenado fruto del apadrinamiento de rutas con
poderosos carteles mexicanos.
Otro punto que tendrá
que conciliarse en Colombia es lo relativo a la participación política.
En ese país la población negra e indígena que representan el 30% del
país tiene derecho a 3 curules permanentes en
el Congreso, sin embargo a las FARC se le entrega 10 curules para lo
cual se crearan 16 nuevas circunscripciones electorales.
El acuerdo contempla que
podrán ser partido cuando dejen las armas, y podrán participar en los
comicios del 2018 y 2022. En dichas elecciones si no alcanzan el mínimo
de los votos, se les garantizará una participación
fija: 5 senadores y el mismo número diputados por los dos períodos.
Además de que contaran con financiamiento público para sus actividades
políticas.
El gobierno de Colombia
tiene una nueva oportunidad de corregir errores, disminuir los aires de
confianza y llevar a la sociedad por el camino de la reconciliación con
un manejo más humano que permita encontrar
los puntos positivos de encontrar la paz.
Por Greysis de la Cruz ;-
Periodista. Consultora Comunicación
Neurolingüística y Media Training
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