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Julia Álvarez Resano. |
SIN GLORIA.- La publicación de Julia
Álvarez (quien es dominicana pero escribe en inglés) pasó sin gloria,
aunque sí debe dar pena que se use la palabra y un medio del prestigio
de The New York Times para crear las bases de una nueva campaña contra
el país, de parte de los conocidos grupos de derechos humanos de Estados
Unidos y otras zonas del mundo. Incluso, resulta interesante, aunque
igualmente perverso, que la escritora haga su recorrido de la frontera
del lado dominicano y no incursione en territorio haitiano, donde
habitan mansamente unos negros que la ignominia dominicana hace víctima
de todos los atropellos habidos y por haber. Lo justo era que quisiera
conocer la isla entera, cruzando el Masacre a pie o yendo por el puente o
la carretera internacional.
Hubiera tenido una idea más cabal de la
realidad y escribiría con la verdad en la mano y no repetiría las
mentiras de la propaganda. Sin embargo, no se atrevió. O porque el vudú
le infunde temor o porque no era necesario comparar una tierra y otra o
discernir entre las condiciones de vida de sus gentes.Cuando se tienen
convicciones, la verdad sobra…
EL CASO.- Álvarez habla en
su publicación del caso de Johnny Rivas, un haitiano que está preso en
la fortaleza San Fernando de Montecristi por haber matado a una bruja.
En ese recinto tienen que haber muchos haitianos, y por infinidad de
delitos, pero ella solo se interesó por la suerte de Rivas. Los demás
eran los demás, y si acaso algún dominicano, ese no era su problema.
Narra que vio a Rivas en su celda y comprobó que las condiciones eran
infrahumanas. No se le conocen derechos y es víctima de la situación
creada por la sentencia del Tribunal Constitucional.Es decir, que todo
era peor de lo que le habían dicho los grupos que la sensibilizaron y
quisieron que expresara su solidaridad in situ. Nadie puede adelantar
qué pasará ahora, pero ella cumplió su misión, la denuncia está hecha,
de manera que repercuta en el mundo…
LO MISMO.- Dios es
grande, dicen, y no se ahorra prodigios. Álvarez habló en su escrito que
Rivas tiene nueve meses sin ser llevado a juicio y sin el amparo de un
abogado. Una injusticia del tamaño del mundo, y ocasionada en RD, ese
país inhumano, racista, xenofóbico y antihaitiano. Sin embargo, volvió a
producirse una fuga en cárcel haitiana, y el cable de AP que da cuenta
del hecho incluye dos párrafos que vienen como anillo al dedo. El
primero dice que “… las prisiones haitianas son conocidas por estar
superpobladas y llenas de problemas”. Y el segundo que “… los reclusos
pasan años detenidos antes de recibir un juicio”. Es decir, culpas del
tiempo y no de España. La situación que el haitiano Johnny Rivas padece
en una fortaleza en Montecristi, no es más horrorosa que la que sufren
otros haitianos en su propio país. Pero como ella no fue al otro lado y
solo tuvo interés en su solo preso, la circunstancia desgraciada de
todos los reclusos escapó a su sensibilidad y su solidaridad…
ESCLAVOS.-
Tomo el estribo de Álvarez para desde la altura de su montura hacer
estas observaciones. A nadie, sea nación, organismo, entidad o
personalidad, le importa la situación de los derechos humanos de los
haitianos en su territorio. Esa preocupación se hace ley cuando cruzan
la frontera y se asientan en el lado oriental de la isla. Por ejemplo,
en estos días se denunció la esclavitud moderna, y entre los países
donde tiene lugar se mencionó a Haití, y nadie –ni de aquí ni de allá–
se rasgó las vestiduras ante esa afrenta, que en el caso de Haití sería
mayor. Casi un desconocimiento de sus esencias nacionales. No puede
olvidarse que esa república fue producto de una rebelión de esclavos.
Haití podría ser de todo: subdesarrollada, caótica, inviable…, pero
nunca esclava.Sin embargo, esa es la realidad cotidiana de los
haitianos, y el Estado, el Gobierno, las autoridades y la población no
hacen nada para remediarla. El Papa Francisco acaba de condenarla como
uno de los males de este tiempo, pero los activistas de los derechos
humanos -allá, aquí- ni se enteran…
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