El partido morado, si no quiere verse con frecuencia con el rancho
ardiendo y correr el riesgo de “antes del 2044” tener que salir del
poder con la sábana por un canto, está obligado a afinar la puntería,
guiar y a ofrecer a tiempo la posición oficial de la organización sobre
los temas nacionales en debate. Lo que le acaba de suceder con el caso
de Loma Miranda a un partido de gobierno que siempre se ha preciado de
centralizado y disciplinado, es para llevar a su liderazgo a una gran
reflexión, y revisión.
En pocas palabras, ponerlo a la cúpula a pensar, ya no solo en la necesidad de volver a las esencias boschistas, sino que el dejar a gente por la libre a la hora de decisiones riesgosas o trascendentes no es aconsejable.
En pocas palabras, ponerlo a la cúpula a pensar, ya no solo en la necesidad de volver a las esencias boschistas, sino que el dejar a gente por la libre a la hora de decisiones riesgosas o trascendentes no es aconsejable.
Por una pasividad no entendible del
Comité Político del PLD y por el populismo de un montón de legisladores
en campaña, se aprobó y envió al Ejecutivo una ley que, por defectuosa
e inoportuna, estaba condenada al fracaso, y que representaba un
innecesario clavo caliente en las manos del presidente Danilo Medina o
material inflamable para que sectores insensatos, por más
conservacionistas y ecologistas que se precien, quieran encender la
pradera y tomar ellos la institucionalidad del país en sus manos. Cierto
que tienen derecho a opinar y a protestar, pero ¿quién los legitimó
para que quieran imponerle la agenda al país y al Gobierno? Al margen de
la justeza de algunas de las causas que dicen defender, estos sectores
beligerantes viven del protagonismo y de la presión mediática. Ese es el
alimento y modo de reciclarse algunos de ellos. El objetivo, en el
fondo ñ y sin que algunos miembros de los partidos que le hacen el juego
caigan en cuentañ sería el de convertir el potencial adquirido en las
quejas y protestas sociales en una fuerza para mañana incidir
políticamente, desplazando a las organizaciones tradicionales. ¿No han
caído en eso los “compañeros” del PLD con posiciones particulares o
precipitadas, y entregados en brazos a la “causa” de Miranda, pese a que
a la hora de la verdad o de hacer los reconocimientos (como en el
escándalo de Bahía de las Águilas, cuyos únicos presos y títulos
recuperados fue en la gestión de Abel Rodríguez del Orbe en la
Procuraduría, en el primer gobierno de Leonel Fernández, no mencionado
tras la sentencia de hace unos días), no figuran en la lista de
artífices de la lucha, sino otros?
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