Como Danilo Medina, actual presidente de la República, no podrá
adoptar por una reelección presidencial en virtud de la prohibición
constitucional 0 ¿Quién sería?.
Algunos oportunistas opinan que no
debe agotarse en el 2016 el fenómeno Danilo y prolongarlo hasta el 2020
para que entonces vuelva el doctor Leonel Fernández.
Mi opinión es
contraria a ese concepto que respeto, pero que en lo absoluto comparto.
Entendemos que el mejor servicio que puede ofrecer Danilo al país,
después de un memorable ejercicio presidencial, es respetar el principio
de “la no reelección”. La Constitución de 1963, cuya defensa costó
tanta sangre a este país, consignó taxativamente el principio de la “no
reelección consecutiva”.
Un buen gobernante, de esos que respetan
sus palabras, optaría por respetar los principios en los que ha creído
la parte progresista y más democrática de la sociedad dominicana.
No
me refiero a ese segmento odioso que veía la política como una
secuencia de peldaños para acceder a la buena vida y el boato. Me
refiero a quienes hemos querido ver un proceso sano, absolutamente
normal, que observe, respete y promueva los principios de la
alternabilidad en el poder.
Los que hemos querido coincidir con
Juan Pablo Duarte en el sentido de que “la política es la tarea más
noble del ser humano después de la filosofía”. E incluso con los
conceptos humanos del prócer cubano José Martí, quien se inmoló para
evitar una reversa de la Guerra Patria de su país.
Los malos
ejemplos son aquellos que se han valido de la estulticia para prolongar
en el tiempo un “estado de cosas” que en el presente y el futuro
perjudican la ética, la decencia y las buenas causas de la sociedad.
Hemos
vivido en el país experiencias desalentadoras que prohijaron las
peores causas políticas sufridas por la población dominicana. Como
ejemplo podemos citar la anexión a España decidida por un héroe de la
Independencia Nacional, pero desconfiado de la factibilidad de la
República Dominicana dada la hostilidad de los gobiernos haitianos.
El
presidente Buenaventura Báez no sólo llegó a perseguir a muerte al
héroe de la Restauración, Gregorio Luperón, sino también que negoció la
anexión del país a los Estados Unidos y que nos salvamos de
“cuchillita”, “por un pelo”.
Si bien Ulises Hereaux (Lilís) nunca
propuso anexiones, sino libre negociación con los haitianos, sus
ejecutorias trastornaron al país hasta el punto de que pagara con su
propia vida.
El asesinato del presidente Ramón Cáceres nos trajo
la Revolución del 1912 y ésta la ingobernabilidad que provocó la
intervención norteamericana de 1916. La prolongación del presidente
Horacio Vásquez nos trajo el movimiento revolucionario del Cibao y, de
paso, la tiranía de Trujillo.
Debemos aprender de los males que la
ambición ha sembrado en el largo camino de la Independencia y de la
decencia nacional. Y la reelección siempre aparece como el acicate para
institucionalizar nuestros peores males.
Hemos vivido grandes
períodos signados por el afán del negro principio de que “el que sube no
quiere bajar”. Y es en el “bajar” es donde se consolida la libertad y
el orden institucional.
Y nadie es mejor, después de la traumática
situación heredada, que Danilo Medina para que nos volvamos a sentir
sintonizados con los principios de la Constitución del 1963 y para que
el actual Presidente pueda sentir un orgullo tan legítimo como el del
caudillo victorioso y fundador de la Segunda República, José María
Figueres Olsen, quien estableció “la no reelección” en Costa Rica y que
tan buenos resultados ha producido a ese país.
El Partido
Liberación Dominicano (PLD) se ha querido ofrecer al país como “una
escuela de presidentes”. Solo el autor de la frase y sus beneficiarios
le han dado crédito a esa afirmación. El que esté de acuerdo con el PLD
ahora dispone de una gama de opciones a elegir: Unos querrían a
Temístocles Montas, otros a Reynaldo Pared Pérez y al dinámico ministro
de Turismo, Francisco Javier García.
Otros propuestos candidatos
parece que no han tenido la pegada mínima indispensable para ser
considerados como legítimos precandidatos, pero los comerciantes de
siempre hablan de “nuevos vientos”, o “nuevas brisas” y hasta la
vicepresidenta de la República se mofó con la ocurrencia.
En el
fondo lo que se discute es si Danilo va a sucumbir a los alabarderos
para olvidarse que tiene la más ingente obra por hacer, aparte de su
ejercicio presidencial, y es respetar el principio de alternabilidad sin
temor de “que entre el mar”.
El mar no va a entrar, como todos
sabemos, a menos que los reeleccionistas y logreros de siempre puedan
alterar las leyes de la naturalezaÖy eso no es humano.
Nuestra
aspiración es que Danilo no sucumba ante los alabarderos de la
continuidad, sino que se invista en el uniforme de héroe civil
reestableciendo “la no reelección” consecutiva. Y haréis Justicia.
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