Venezuela.BBC Mundo;-"El derrotado el día de hoy es el gobierno y lo digo con toda
firmeza. No vamos a reconocer el resultado hasta tanto no se cuente cada
voto de los venezolanos. Uno por uno", dijo Capriles.
"Éste es un gobierno 'mientras tanto'", dijo Capriles, al tachar a Maduro de "ilegítimo".
El candidato opositor se quejó de numerosos
sufragios afectados por "incidencias". "Estamos hablando de alrededor de
300.000 votos afectados (...) De acuerdo a nuestro conteo, el resultado
es distinto", agregó.
La petición de que se "abran todas las urnas" la
hizo también el rector del CNE Vicente Díaz, señalado por los
oficialistas como afín a la oposición. Sus cuatro compañeras son
acusadas, a su vez, de una parcialización oficialista por parte de los
opositores. "Sin poner en duda el resultado que estamos ofreciendo",
aclaró Díaz.
"Que se haga la auditaría que se quiera hacer, para que no quede duda de los resultados", replicó Maduro.
¿Paliza?
"Tenemos un triunfo electoral justo, legal,
constitucional", dijo el vencedor ante la multitud que coreaba "no
volverán", una consigna habitual del chavismo.
"El gigante de esta patria, Hugo Chávez, sigue
invicto", exclamó Maduro. Sin embargo, no se cumplió su vaticinio: había
pronosticado una victoria por paliza. Lejos quedó el excanciller de los
once puntos que le sacó Hugo Chávez a Capriles en octubre del año
pasado.
Decían los encuestadores que Maduro perdía
ventaja cada día; los caprilistas, que cada vez que el presidente
encargado hablaba perdía 200 votos, y las malas lenguas que en una
campaña de tres meses como la del año pasado hubiera terminado tercero.
Partía, según los sondeos, con una enorme diferencia en intención de voto.
Por un margen muy corto, pero ganó, no obstante,
presentándose como el "hijo de Chávez", con el difunto presidente
presente en carteles y camisetas, con su voz cantando o su imagen en
videos, y, sobre todo, su nombre constante en boca de Maduro.
Y eso, pese a que la campaña estuvo marcada por
las ocurrencias del candidato oficialista, como aquella de que Chávez se
le apareció en forma de pajarito, eso de que dejaría de silbar porque
no le caía bien a sus partidarios, o que le caería una maldición al
pueblo si él no ganaba.
Miraflores
En los alrededores del Palacio de Miraflores,
con una afluencia sensiblemente inferior a la concurrencia que reunió
Hugo Chávez en octubre, celebraban como si hubiera ganado por 20 puntos.
Allí, Elías, brasileño "admirador del
socialismo" que llegó de Río Grande del Sur para conocer el proceso
revolucionario venezolano, tenía claro por qué había ganado Maduro:
"Pregúntales a los pobres y ellos te responderán".
"Es el hijo de Chávez y aunque Chávez partió físicamente, él era pueblo y dejó su legado. Maduro es ahora el pueblo", dijo.
"El pueblo vota por Maduro porque no queremos
imperialismos", comentó Jesús López, un joven de la populosa zona de
Artiga. Su compañero Manuel González lo tenía igualmente claro:
"Capriles no sabe lo que es pasar necesidades como nosotros la gente de
barrio".
"Desde 1998 hemos ganado 18 votaciones", exclamaba eufórico Carlos Eduardo Flores.
En general, el ambiente en la fiesta de
Miraflores no parecía acorde al hecho de que la victoria quedó lejos de
las expectativas del propio gobierno. Aunque alguna cara de "por los
pelos" se podía ver.
Ruta complicada
Antes de conocerse el resultado del domingo,
parecía que el gran reto que iba a tener Maduro eran las dificultades
económicas que pasará el país si se cumplen las previsiones de los más
pesimistas.
Se encontrará con unas cuentas públicas
sometidas a una enorme presión -hasta tal punto que recientemente
tuvieron que devaluar la moneda-, con problemas de altísima inflación,
desabastecimiento e interrupciones crónicas de servicios básicos como la
electricidad.
"Maduro se encontrará con unas cuentas públicas sometidas a una enorme presión -hasta tal punto que recientemente tuvieron que devaluar la moneda-, con problemas de altísima inflación, desabastecimiento e interrupciones crónicas de servicios básicos como la electricidad"
Maduro, además de los proyectos que directamente
aprobó durante los actos de campaña, prometió hospitales, grandes
recintos deportivos en Caracas e infraestructura de todo tipo por el
país.
También se comprometió a enfrentar la
inseguridad, impulsar la producción y a tres subidas salariales que
terminarán con un alza del 45% en el salario mínimo hasta los US$325.
Pero quien se presentó como el garante de la
continuidad de las políticas sociales emprendidas por Hugo Chávez, esas
que han servido para reducir los índices de pobreza y desigualdad,
probablemente no tendrá mucho margen para emprender ajustes.
Menos aún cuando el crédito obtenido en las
urnas fue tan ajustado. Eso, junto a la comparación constante con
Chávez, puede llevar a pensar que el autobús que le ha tocado conducir a
Maduro, el del chavismo sin Chávez, se dispone a atravesar una
carretera llena de baches.
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