Por: Emilio Herasme Peña
La mayoría, por no decir la totalidad de los
dirigentes del PRD pertenecientes a la segunda línea, que empezaron a
sobresalir luego de la renuncia del profesor Juan Bosch, no supieron
aprovechar la pujanza alcanzada por su partido a partir de 1974, tal
como lo lograron los del primer nivel: Antonio Guzmán, Salvador Jorge
Blanco, Jacobo Majluta y José Francisco Peña Gómez.
De ahí que el presente enfoque se centre
principalmente en lo sucedido luego de eso con dirigentes como Hatuey
Decamps, primero, y años después con Rafael –Fello- Suberví Bonilla,
Milagros Ortiz Bosch y Ramón Alburquerque, básicamente, quienes tras la
muerte de Peña Gómez formaron sus respectivas tendencias, buscando así
su nominación presidencial entre 1998 y el 2008.
Es de suponerse que sus fallos o incapacidades al
respecto se debieron a dos factores esenciales: su búsqueda por
resolver para siempre sus problemas económicos personales y familiares;
o que ninguno de ellos se dedicó con el ahínco requerido a procurar un
liderazgo interno fuerte, al no emplearse a fondo en las bases
perredeístas para conquistar una simpatía mayoritaria; o talvez a causa
de otros factores.
El caso Hatuey
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Hatuey Decamps |
Pero el caso más notorio es el de Decamps, quién
fue el secretario general del PRD durante doce años consecutivos entre
el 1986 y 1998, a lo cual se agregaba su historial como dirigente
estudiantil exitoso en la UASD, en los años 60 y 70, y el de fundador,
también exitoso, de la tendencia jorgeblanquista, de la que fue su
segunda figura importante.
A ambas cosas se agregaba su excelente desempeño
como el eficiente y activo sustituto de Peña Gómez en ocasión de la
enfermad terminal sufrida por éste y que lo obligó en 1994 a viajar al
extranjero en busca de curación, hasta su regreso para las elecciones de
1996, y luego de ahí viajar de nuevo al exterior, hasta su retorno
definitivo en 1997, falleciendo meses después.
Sin embargo, Hipólito Mejía lo derrotó en la
convención para la candidatura presidencial en 1999, pero ocupando a
partir de entonces la presidencia del PRD, teniendo a su favor el hecho
de que los dirigentes pepehachistas que pasaron a ocupar altos cargos en
el gobierno de aquel, jamás se asomaron por la casa nacional del
partido, dejando a Decamps como “el único dueño de la cancha”.
Jorge Blanco la aprovechó
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Peña,Jorge Blanco,Guzman y Majluta. |
Una situación como esa fue aprovechada por Jorge
Blanco y el propio Decamps, cuando a partir de la histórica novena
convención de 1977, aquel quedó como presidente del PRD, y gracias a
ello logró que se aprobara la “fórmula de los 13”, propuesta por José
Ovalle, la cual facilitó el triunfo de su tendencia en la convención de
1981, con miras a las elecciones nacionales de 1982.
En consecuencia Decamps no fue capaz de repetir,
“por H o por R”, aquella historia en su beneficio, ya que Mejía fue el
ganador en el 99, lo que para muchos que desconocen las interioridades
del PRD, eso no debió ocurrir porque Hatuey “estaba pintado en la pared”
para ser el candidato presidencial perredeísta después de que Peña
Gómez lo fuera.
Protector de Vargas
Por añadidura, apenas cuatro años después,
Decamps dejaba las filas del partido de toda su vida y al que ayudó a
fundar siendo un niño, debido a su férrea posición antirreeleccionista
dentro del perredeísmo, formando de paso tienda aparte, lo que le dejó
el camino abierto a su otrora protegido desde las tertulias de “María
Castaña”, Miguel Vargas Maldonado, para que ocupara su espacio en el
PRD.
Decamps había hecho nombrar a Vargas Maldonado
director de la CAASD durante el gobierno de Jorge Blanco; y
adicionalmente, en 1997, lo apoyó en la búsqueda de la síndicatura de
la capital; y no es de dudar que utilizara su influencia inicial en el
gobierno instalado en el 2000 para que fuera designado en la envidiable
secretaría de Obras Pública.
Desde esta posición que desempeñó durante cuatro
años, Vargas empezó a sonar por doquier como un eventual presidenciable
del PRD, y fue de ahí que consiguió encabezar, sin oposición interna, la
boleta de su partido en los comicios presidenciales del 2008.
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Fello Suberví |
El caso de Fello Suberví
Desde su exitosa gestión como secretario de
Turismo entre 1982 y 1986, Fello Suberví Bonilla empezó labrarse un
liderazgo propio en el PRD, y fue por ello que Peña Gómez lo apoyó para
que fuera el síndico capitaleño entre 1986 y 1990, (cosa que logró), y
luego a diputado y de nuevo síndico de la capital a partir de
1994.
Con esos antecedentes, su buena estrella política
brillaba con luz propia, proyectándose como un futuro aspirante
presidencial del PRD bajo los mejores auspicios, pero se quedó “en la
gatera” cuando Mejía ganó la convención de l999, aunque en la ocasión
fue apoyado por éste para la secretaría general perredeísta.
Debido a que pasó los cuatro años del gobierno de
Mejía entre la secretaría de Interior y la de Turismo, eso le hizo
olvidar a Fello Suberví sus obligaciones partidistas, y por ese motivo
sufrió la misma suerte de los demás precandidatos enfrentados al
entonces presidente de la república cuando éste buscaba su reelección en
el 2004.
Los otros casos
Otros dos casos similares o muy parecidos falta
enfocar y analizar, que son los de Milagros Ortiz Bosch y Ramón
Alburquerque, quienes también se colocaron, en determinados momentos, en
excelentes posiciones para convertirse en candidatos presidenciales del
PRD, pero no supieron aprovechar sus óptimas oportunidades.
La mejor oportunidad le llegó a Ortiz Bosch
cuando pactó con Mejía y, gracias a ello, fue electa en el 2000
vicepresidenta de la República, y teniendo a su favor los antecedentes
de haber sido elegida por dos períodos consecutivos, senadora por la más
importante plaza electoral del país, como lo es el Distrito Nacional,
cuando aún no se había creado la provincia de Santo Domingo.
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Emilio Herasme Peña |
En el caso de Alburquerque su mejor oportunidad
empezó a partir del momento en que escaló a la presidencia del Senado de
la República, un envidiable peldaño para convertirse en un potencial
candidato presidencial, tomando en cuenta, sobre todo, las dos
experiencias favorables de Jorge Blanco, senador de 1978 a 1982, y de
Jacobo Majluta, senador de 1982 a 1986, ambos por el PRD. Pero será en
la próxima entrega cuando ambos casos los trataremos.
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