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Este 30 de septiembre fue el último día de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, tras lo cual Claudia Sheinbaum entró en las páginas más brillantes de la historia de México, al jurar como la primera presidenta de ese gran país.
Los próximos seis años darán tiempo suficiente para hablar de la nueva mandataria que se ha comprometido con la construcción de lo que ha definido como “el segundo piso de la cuarta transformación” que encabezó AMLO.
Del personaje que gobernó a México en los últimos seis años existe material para evaluar su obra—y su figura como líder político—suficiente para llenar cualquier espacio.
En una opinión con espacio limitado solo podemos resaltar que se trata del mejor presidente mexicano después de Benito Juárez, comparado tal vez con el general Lázaro Cárdenas.
Las cifras del mandatario de López Obrador son lo suficientemente elocuentes para sustentar lo anterior. Su gobierno ha brillado en todos los sentidos.
Cuando AMLO empezó a perfilar su potencial electoral—le robaron dos de manera ramplona—el establecimiento mexicano plantó la narrativa de que representaba un peligro, debido a su supuesta tendencia autoritaria.
En realidad, el peligro lo representaba para los partidos dominantes. Y tenían sobrada razón, pues AMLO fundó y lidera una organización ya arraigada en el sentir del pueblo, relegando casi a la nada a esos grupos que gobernaron favoreciendo a los grandes intereses alejados de la inmensa mayoría de la población del país, representando el saqueo de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, cabezas de los gobiernos históricamente más corruptos.
Lo que ellos se robaron, AMLO lo dedicó a la construcción, modernización y equipamiento de 6,862 centros de salud en general, un nuevo aeropuerto, una refinería, trenes, universidades, miles de escuelas, carreteras, viviendas y una inmensa infraestructura regada por todo México.
El presidente AMLO sacó a millones de mexicanos de la pobreza, distribuyó tierras a los olvidados indígenas y demás pobres, frenó el endeudamiento e incrementó las recaudaciones, concedió millones de becas estudiantiles, todo esto mientras los ricos ganaban dinero de manera lícita, gracias al clima favorable.
Esos multimillonarios—algunos enemigos gratuitos del saliente presidente—pudieron aumentar sus fortunas gracias a la estabilidad que mantuvo AMLO, pero los puso a pagar los tributos establecidos para financiar los grandes programas sociales y de infraestructura que el país demandaba.
Revirtió graciosas exenciones impositivas que le permitieron recuperar más de 530 mil millones de pesos que iban a los bolsillos de empresarios y que él destinó a atender la deuda social con los más necesitados.
Por esto y mil cosas más, México despidió a López Obrador con un apoyo del 70%, algo nunca visto en un gobernante mexicano.
La presidenta Sheinbaum, que no es traidora como el sinvergüenza ecuatoriano que engañó a Rafael Correa, preservará ese legado sin descuidar su propio estilo y proyectos. ¡Y como AMLO, tampoco robará!
Por: Nelson Encarnación;-
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