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sábado, junio 03, 2023

Breve anatomía de un desastre llamado Educación

Libre-Mente❞.》》》
❝La semana pasada nos preguntábamos: Dónde nos encontramos los Dominicanos?❞.   
Iniciaba por describir, grosso modo, la obliterante situación de la cuestión educativa nacional. O lo que es igual, el nivel borrascoso en el que se desenvuelve el oficio de pensar desde las aulas públicas y privadas del país.
Sin olvidar que nuestra educación sintetiza el remedo acartonado (e imposición ideológica) de un pretérito pedagógico positivista que, ante todo, abjuró de las luces de Eugenio María de Hostos para zambullirse por completo en las aguas bautismales de una decadente clerecía didáctica que, para entonces y por separado, beatificaron subsiguientemente tres dictadores criollos, Lilis, Trujillo y Balaguer.
La escuela del presente, entre caídas y zigzagueos, pugna, otra vez, contra la “razón (post) ilustrada” y se abraza de nuevo a las corrientes seculares del atraso metodológico o epistémico.
Porque aquí seguimos “enseñando cosas”, en lugar de propiciar el ejercicio pleno del pensar, en vez de estimular la creatividad de nuestros niños y niñas, sobre todo en la etapa de su mayor riqueza neuropedagógica; vale decir, cuando afloran los estímulos tempranos. Esto así, en razón de que solo un 30% de los pequeños dominicanos asiste a la escuela antes de los 4 años.

Continuamos todavía privilegiando el memorismo primitivo en desmedro de la reflexión crítica y del examen argumental. Es por ello que más que a razonar la escuela obliga a “guardar” datos en el hipocampo cerebral (de memoria). Y por esta rigidez epistemológica, entre otros desencantos, se anula la inclinación por las ciencias, genera desdén por las matemáticas y desnaturaliza la vocación por el lenguaje y la lectura.
Comprender con claridad el lugar que ocupamos en el mundo del conocimiento, obliga realizar una evaluación epitomada de los planos anatómicos de nuestro cuerpo escolar, humillado y lastrado por nuestra peor patología social en casi dos siglos de vida republicana.

Asumamos, pues, en trozos muy generales pero descarnados, los datos duros y esbozados que retratan esta realidad odiosa y residual y que el sistema político ha patrocinado y prolongado en su co-responsabilidad histórica, vergonzosa, como principal abortivo de nuestro atareado desarrollo nacional.
A sabiendas de que las estadísticas, sus variables, arrojan mediciones que calibran el desempeño de comprensión y entendimiento de nuestros escolares pero que no siempre abarcan la totalidad de las herramientas cognitivas de otras competencias, ya que algunas están inmersas en el novedoso paisaje y el esquivo sujeto social de esta era, mismos que nacen conectados a una “nueva ecología de saberes” de la que nos habla De Souza Santos.

No obstante, no debemos olvidar que este problema visceral es el más estudiado y diagnosticado entre todos los males que torpedean el sintomático destino dominicano.
Hace apenas dos años (Noviembre, 2021), conocimos los resultados del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE 2019-2020), auspiciado por la UNESCO. La medición, que incluyó a la República Dominicana, correspondió al nivel primario (tercer y sexto grados) y abarcó 16 países de América Latina. Como se sabe la inversión en educación hasta el año 2013 apenas rozaba el 2.0% del Producto Interno Bruto (PIB), y que es a partir del 2012 cuando el gobierno del ex-presidente Danilo Medina (2012-2020), en consonancia con el espíritu de la ley 66-97, cumplió con dicha normativa que, a lo sumo, dispone invertir no menos del 4% del PIB. Desde aquel instante se duplicaron los recursos y los alumnos, también a partir de esa conquista, fueron llamados “los niños del 4%”.

Las competencias evaluadas por ERCE abarcaron lectura, escritura y matemáticas, para tercero y sexto grados, en niños y niñas entre 9 y 12 años. Los resultados, aunque no sorprendentes, fueron anestesiantes y frustratorios. En poco más de 7 años de inversión del 4% del PIB, es decir, por encima de los 20 mil millones de dólares, teníamos el producto final de un auténtico desastre educativo!
En conclusión: A duras penas, el 27% de los estudiantes del tercer grado alcanzó un Nivel Mínimo de Competencia (NMC), la más baja proporción de toda la región latinoamericana.

Un 73% de nuestros estudiantes obtuvo el peor desempeño.
Asimismo, 8 de cada 10 alumnos del tercero de primaria evidenció carencias de conocimiento básico de aritmética y matemáticas elementales, y tan solo un 0.4% coqueteó con el nivel óptimo.
Decepcionantemente, nuestro país quedó en el último lugar en lenguaje y matemáticas entre los 16 países estudiados!

En lo concerniente al sexto grado, el desenlace, por lo mismo, no pudo ser peor, pues precariamente solo el 16.3% de nuestros niños exhibió las competencias mínimas de lecto-escritura; mientras el promedio regional casi nos duplicaba con un 30%.
En matemáticas, el cuadro es aún más dramático y ensordecedor, puesto que un pírrico 2.2% de los chicos de sexto grado alcanzó el NMC. Ese rango equivale a… 8 veces menos que el promedio general de la región (17.4%).

En pocas palabras, el 97.8% de los alumnos dominicano tiene serias dificultades para resolver problemas básicos de operaciones matemáticas o aritméticas. Más de un 77% de los niños y niñas de sexto grado están en o por debajo del peor nivel regional. Y si miramos al renglón “Ciencias", ERCE sostuvo que -tristemente- un 5.6% logró exhibir algún dominio elemental, toda vez que el promedio regional es de un 20.7%. Aquí, providencia o azar, superamos con 0.3% a un solitario país del área, Nicaragua, que alcanzó el 5.3%.
Al finalizar esta entrega, como señal de un presagio o extraño advenimiento, acaba de salir el estudio de Evaluación Diagnóstica Nacional, de Mayo y Junio del 2022, pero esa será otra triste historia…

Por: Ricardo Nieves;-
@nieves_rd
nievesricardord@gmail.com
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