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Pablo Cabrera, el empresario que denunció la corrupción en la compra de los kits de INAIPI es un hombre valiente.
Si
todos los afectados por estafas similares en las licitaciones o en las
adjudicaciones de los últimos 25 años hablaran, la historia de la
corrupción en el país sería otra.
Pero lo más habitual es que
quien tiene las pruebas en la mano no las denuncia ni las revela.
Reconoce en confidencia que vive esperando que la siguiente compra le
beneficie, y confiesa que prefiere seguir en buenas con el Gobierno.
Primero, porque ese gobierno quiza siga en el poder. Segundo, porque no
quiere que si es otro el que llega al poder...lo tache de chivato. El
Estado es el gran empleador, el gran pagador, el omnipresente.
Video de "Esta Noche Mariasela"en el cual el empresario Pablo Cabrera, hace la denuncia.
Nada se mueve sin que por una rendija se asome la sombra larga de algún
funcionario, legislador, pariente, relacionado, conocido, novia o
esposa... Es la realidad que nos estalla en la cara.
Pero el valor escasea, para qué nos vamos a engañar. La excusa puede
ser la necesidad. O la complacencia o la impotencia. O directamente la
complicidad.
El caso de INAIPI se hizo público por el valor de un
empresario. Con cien procesos más desvelados hablaríamos de otra manera
de la corrupción.
¿Servirá de algo éste? Probablemente no.
Tendrían que hablar en cascada muchos otros Pablos Cabrera para que
alguien en las altas esferas se asustara.
Berlinesa Franco
renuncia dignamente, ruedan las cabezas de tres o cuatro funcionarios
medios y se presenta la nueva cara de la dirección. Con mascarilla, con
mandan los tiempos.
No. Desmontar la inteligente y sofisticada
estructura de manipulación y negocios incrustada en el aparto requiere
de mucha voluntad política, mucho tiempo.
Hace falta más valor para ser honrado que para robar.
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