El pueblo – gente de todas las edades, no solo la juventud- en su
mayoría luce indignado y dispuesto a procurar un cambio de rumbo en el
país. Las muchas cosas malas que se han ido acumulando y la infinidad de
buenas dejadas de hacer han despertado a un gigante dormido, por
momentos con apariencias de ser indiferente o de esta indefenso. Que la
iniciativa del “destape” o el empoderamiento parta de gente joven es
bueno y estimula, pero siempre y cuando no asome el fantasma de los
prejuicios o las exclusiones sin sentido.
El protagonismo, que no es
garantía de una mayoría para asegurar el éxito en política, no es buen
consejero. Por ejemplo, se cae de la mata que los bríos propios de la
poca edad tienen que ser acompañados de la experiencia, la prudencia que
dan los años y del respecto por la diversidad. Prendida la chispa joven
en la Plaza de la Bandera – y sin la aparición de celo por el espacio-
era indispensable la estrategia y la orientación política para
garantizar el norte a seguir y los pasos a dar en firme. De entrada, los
primeros jóvenes congregados frente a la sede de la JCE pedían “otra
Junta”, ignorando lo que eso implicaría. Por suerte, lo fueron
entendiendo. El disgusto y la indignación de muchos, por diversas
razones, no son exclusivos de jóvenes y de artistas, ni tienen colores
partidarios. De hecho, al inicio de la exitosa iniciativa se vio por el
lugar a mucha gente que hace vida partidaria, en señal de apoyo, no en
promoción personal. Pero el temor al desplazamiento o que los partidos
quisieran capitalizar la protesta dio lugar a un desplante innecesario a
conocidas figuras de la política y del arte, como a Luis Abinader y a
Fernando Villalona. Pero también a que la oposición, centrada en el PRM,
en la Fuerza del Pueblo y sus respectivos aliados, cambiara la ruta el
anterior domingo, y marchara con sus tropas multicolores desde la 27 con
Gómez hasta el Altar de las Patria. Creen los jóvenes que no
necesitaron a los políticos en su exitosa jornada, pero se equivocan.
Ese domingo, con los jóvenes “de negro” marchando junto a la oposición
política, el “bulto” hubiera sido más grande. Y este 27, con los jóvenes
y la gente de los partidos políticos (incluidos los legisladores de
oposición ausentes en el discurso del presidente Medina) el “trabucazo”
en la Plaza de la Bandera hubiera surtido mayor estruendo, que de por si
fue grande. “La verdad” sobre el 16 se sabe, no el culpable. Este no se
sabrá, pero ya lo que importa es salir bien y evitar repetir la
historia. Y no “mediadores” que son jueces y parte (¿).
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