Visión Global,,,,
Ningún factor afecta más a una candidatura política que sembrar en el
ánimo del elector la posibilidad de que el abanderado pudiera ser
cambiado en el curso de la campaña.
Se le asocia así con la eventualidad de ser un aspirante temporal que dejará de existir en el momento menos esperado para éste y sus seguidores.
Se le asocia así con la eventualidad de ser un aspirante temporal que dejará de existir en el momento menos esperado para éste y sus seguidores.
Es lo que se asocia más con la candidatura de Gonzalo Castillo en el
Partido de la Liberación Dominicana, cuya aspiración marcha cuesta
abajo, si nos atenemos a resultados de encuestas, inclusive las que
trabajan con la formación oficialista, todas las cuales le asignan un
precario e incierto segundo lugar en las preferencias del electorado,
con una clara tendencia a ser desplazado.
Peor aún es el dato de que es la primera vez en muchos procesos que
el PLD, como organización, aparece por encima del candidato con más de
15 puntos porcentuales, lo cual analizado fríamente permite inferir que
ese abanderado ni siquiera es capaz de cosechar toda la simpatía de su
partido.
Y esto lo decimos con el aval de los procesos electorales de los
últimos 25 años, en cada uno de los cuales, Leonel Fernández (1996,
2004-2008) y Danilo Medina (2000, 2012 y 2016), siempre marcaron por
arriba del PLD, es decir, que no sólo cosechaban el ciento por ciento de
los peledeístas, sino que atraían simpatías extrapartidarias.
El caso más impactante fue el de Fernández en 1996. Recordemos que
para entonces el PLD marcaba apenas el 13 por ciento que había alcanzado
en las elecciones de 1994, números que fueron superados por el ahora
líder del partido Fuerza del Pueblo con un robusto 25% para quedar
posicionado en 38% con miras al único balotaje que hemos tenido.
En 2004, Leonel superó nuevamente al PLD por 10%, mientras que el
presidente Medina lo rebasó, en 2016, por casi 14 puntos, merced a lo
cual se alzó con un inédito triunfo de un 62 por ciento.
Esta realidad luce descartada de antemano en el caso de Castillo,
cuya candidatura, reitero, es vista como una transición hacia un lugar
aún más incierto que sus propias aspiraciones, debido a que es un
candidato sin discurso, sin pegada, errático, e incapaz de explicar
coherentemente las ideas que otros le escriben.
De ahí la gran preocupación que embarga a los estrategas del PLD ante
la imposibilidad de que ese candidato pueda siquiera agenciarse el voto
duro del peledeísmo, y a pesar de lo que proclame el verdadero dueño de
esa candidatura, el presidente Medina, el futuro del cuestionado
exministro de Obras Públicas es desolador.
Con la agravante de que Danilo no ha podido, ni podrá, endosarle el caudal que aún conserva.
Por Nelson Encarnación ;-
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