Durante varios meses sus adversarios internos en el Partido de la
Liberación Dominicana lo presentaron como cabeza de una minoría que se
había sublevado contra las decisiones de la mayor, violando el
centralismo democrático que fue base esencial en la construcción del
PLD.
A partir de ese razonamiento apuntalado nada menos que por el
Presidente de la República, jefe de una facción en el PLD, se estableció
toda una argumentación hasta filosófica en procura de hacer valer lo
que en principio era algo etéreo sin sustento probatorio que fuera más
allá de entender que la mayoría en una colectividad tan amplia como el
partido morado la define el hecho de controlar unos organismos
petrificados en los cuales pulula mucha gente incapaz de mover ni
siquiera a sus propios familiares.
Empero, fue una proclama que se hizo extensiva a todo aquel que se
consideraba dotado de la razón, aun cuando esta no ha estado cimentada
en una realidad concreta.
Es aquí cuando llegado el momento de probar aquel alegato lanzado al
aire como una tesis sometida a la comprobación objetiva, nos encontramos
con que no era real sino una ficción.
Las primarias del pasado domingo, si algo bueno tuvieron es que probaron la virtualidad de su liderazgo en el PLD y en la sociedad dominicana, por encima inclusive del originario del término mediante el cual trataba de zaherirle, si tomamos en cuenta que, en el peor de los escenarios sus contrincantes apenas pudieron—en buena lid—empatar una carrera que resultaba a todas luces desigual para usted.
Las primarias del pasado domingo, si algo bueno tuvieron es que probaron la virtualidad de su liderazgo en el PLD y en la sociedad dominicana, por encima inclusive del originario del término mediante el cual trataba de zaherirle, si tomamos en cuenta que, en el peor de los escenarios sus contrincantes apenas pudieron—en buena lid—empatar una carrera que resultaba a todas luces desigual para usted.
Sin embargo, en términos reales y concretos, y situándonos en el
terreno en que compiten los caballeros a toda prueba, su liderazgo
sobrepasó toda prueba para quedar reeditado y reconocido por la
avalancha de ciudadanos que se volcó a su favor, aunque las malas artes
han pretendido tronchar la proeza.
Un liderazgo, apreciado amigo, que se trató de borrar del escenario
nacional el mismo día que la obra de su entrega a la causa del PLD dio
frutos en el año 2012, fecha en la cual se fraguó toda suerte de
urdimbre con el montaje de “juicios populares”, denuncias de sus
antiguos ministros, diarias diatribas y todo lo demás.
Y aún así el temple de su personalidad y la fortaleza de arraigo
popular resistieron hasta recuperar lo que pretendieron borrarle en
aquella embestida. Las primarias del domingo evidenciaron que usted ha
vuelto a ser la figura que a partir del año 2000 miles de dominicanos de
todos los colores identificamos como el sustituto del liderazgo
político de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez,
una especie de tres en uno.
¡Ahora es que hay Leonel!
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