La sensatez se está encaramando por las estructuras del gobierno. En
pocos días dos ministros se pronuncian en contra de la reelección y no
es coincidencia que tengan como vínculo común el manejo del tema
económico. Ambos ciudadanos saben que la reelección es nociva para el
clima de negocios, no por la continuación de una administración sino
porque se modifica la Constitución con un vil propósito.
Únicamente los borrachos de poder inadvierten el muro de
desaprobación que se levanta ante sus ojos y aumenta con el paso de los
días. Danilo Medina carece de mentiras nuevas en su alforja de
ventrílocuo y su proyecto se está desmoronando como castillo de arena;
requiere de otras brujas que le adviertan del riesgo que corre el país y
su imagen personal.
Ya la reelección está liquidada como acción política de Danilo. Si
compra la totalidad de los legisladores para lograr una aprobación de la
modificación constitucional o asalta al Congreso con tropas militares,
obtendrá el mismo rechazo. La gente no quiere que toquen la
Constitución, ¿en qué idioma hay que decirlo para que lo entienda?
La confrontación no tiene que ser antagónica. Los ofuscados
reeleccionistas deben poner la política al mando porque es mejor un mal
arreglo que un buen pleito.
Hay quienes azuzan a la pelea pasando por alto las consecuencias.
Aquí no está en juego el valor personal sino la conveniencia del país.
Leonel Fernández ha convencido que es inquebrantable su decisión
defender la Constitución soportando vejámenes, calumnias y sinsabores
sin doblegarse. Tiene la experiencia de los que han salido victoriosos
sin quebrar las lanzas apegadas a su propósito.
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