La sociedad ha quedado sobrecogida e indignada al
enterarse de que mediante una operación secreta y misteriosa ha sido
traído al país, como un huésped de los servicios de inteligencia, el
narcotraficante cubano Willie Falcón, tras cumplir una condena de veinte
años de prisión en Estados Unidos, por múltiples cargos criminales.
No se ha producido una explicación cabal, convincente, de las razones
que pudieran justificar la presencia de ese criminal en el país, con
protección formal del Estado dominicano, lo que implica una enorme
responsabilidad sobre la vida y las ulteriores acciones de ese individuo
en el país, aparte de los costos que supone blindar su integridad y
acomodarlo de la manera más segura.
El director del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), almirante (r) Sigfrido Pared Pérez ha dicho que “es interés nuestro tener a esa persona aquí para asuntos que tienen que ver con nuestro departamento”, mientras el canciller Miguel Vargas Maldonado precisó que por “un asunto de seguridad nacional” hubo un acuerdo de los gobiernos dominicano y de Estados Unidos para traerlo.
Un poco raro esto porque la embajadora de los Estados Unidos dijo que fue ayer que se enteró de la noticia.
Se podría colegir, entonces, que Falcón viene a cooperar con las autoridades dominicanas en asuntos vinculados a la “seguridad nacional”, aunque para los dominicanos el principal peligro a esa seguridad lo constituye la migración incontrolada y masiva de ilegales haitianos, un tema que no parece tener nada que ver con el mundo en que el convicto cubano se manejó como pez en sus aguas en tiempos pasados.
Lo que ha causado repugnancia a nivel nacional es que un personaje de tal calaña, cuya presencia habría sido rechazada por otros países y quien podría tener presumiblemente cuentas pendientes de pagar con rivales de los carteles del narcotráfico, reciba tan especial acogida aquí.
La primera consecuencia que esta maniobra secreta y nada explícita produce en la sociedad es la de desmotivarla en sus esperanzas de que el Estado combatirá eficientemente el flagelo del narcotráfico cuando se brinda este trato especial a un impenitente capo.
Si para atender o manejar un “asunto de seguridad nacional” hay que valerse de este personaje, entonces habrá que revisar hasta dónde llegan nuestras propias capacidades, militares y de inteligencia, para cumplir con este mandato constitucional sin el auxilio de gentes a las que esa “seguridad nacional” les importa un bledo.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
El director del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), almirante (r) Sigfrido Pared Pérez ha dicho que “es interés nuestro tener a esa persona aquí para asuntos que tienen que ver con nuestro departamento”, mientras el canciller Miguel Vargas Maldonado precisó que por “un asunto de seguridad nacional” hubo un acuerdo de los gobiernos dominicano y de Estados Unidos para traerlo.
Un poco raro esto porque la embajadora de los Estados Unidos dijo que fue ayer que se enteró de la noticia.
Se podría colegir, entonces, que Falcón viene a cooperar con las autoridades dominicanas en asuntos vinculados a la “seguridad nacional”, aunque para los dominicanos el principal peligro a esa seguridad lo constituye la migración incontrolada y masiva de ilegales haitianos, un tema que no parece tener nada que ver con el mundo en que el convicto cubano se manejó como pez en sus aguas en tiempos pasados.
Lo que ha causado repugnancia a nivel nacional es que un personaje de tal calaña, cuya presencia habría sido rechazada por otros países y quien podría tener presumiblemente cuentas pendientes de pagar con rivales de los carteles del narcotráfico, reciba tan especial acogida aquí.
La primera consecuencia que esta maniobra secreta y nada explícita produce en la sociedad es la de desmotivarla en sus esperanzas de que el Estado combatirá eficientemente el flagelo del narcotráfico cuando se brinda este trato especial a un impenitente capo.
Si para atender o manejar un “asunto de seguridad nacional” hay que valerse de este personaje, entonces habrá que revisar hasta dónde llegan nuestras propias capacidades, militares y de inteligencia, para cumplir con este mandato constitucional sin el auxilio de gentes a las que esa “seguridad nacional” les importa un bledo.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
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