La abrupta salida de la planta eléctrica AES
Andrés, sumada a la paralización, por distintos motivos, de otras seis
generadoras, ha dejado de súbito al país en medio de una crisis de
suministro de energía que no parece fácil de resolver en pocas semanas.
La propia Corporación de Empresas Eléctricas Estatales ha admitido, con franqueza poco usual, que estaremos a partir de octubre enfrentando las consecuencias de un serio desabastecimiento de energía, con todas sus consabidas implicaciones.
Aparte de aumento con los subsidios estatales del orden de los 30 millones de dólares mensuales, la crisis supondrá, más que nada, el severo deterioro de la calidad de vida y la economía de los millares de usuarios que dependen de la energía para sus actividades normales.
Nadie podrá evitar que, al agudizarse la tanda de apagones por muchas horas, se disparen las presiones sociales al Gobierno para que aminore los efectos de este descalabro del sistema eléctrico, obligándolo a buscar las alternativas posibles para conjurarlo.
De hecho, al declararse en sesión permanente el conjunto de las instituciones oficiales que rigen el sistema, una de sus primeras medidas ha sido la de acelerar los procesos que restablezcan las operaciones de plantas que salieron de servicio sin estar bajo programación, la racionalización del suministro y la compra de energía en el mercado “spot”.
Con un déficit estimado de 500 a 600 megavatios, es obvio que se resentirá la maquinaria productiva del país, afectando a las empresas, los hogares y un sinnúmero de actividades.
Además, habrá que afrontar una elevación de las tarifas, más las pérdidas que provoca la paralización de servicios que dependen de la energía, o el gasto imprevisto de adquirir plantas de emergencia y combustibles para no terminar arruinados.
El país tiene que afrontar con entereza y con dosis de prudencia y comprensión este inesperado quiebre de su producción energética, que se ha debido más a causas de fuerza mayor, no propiamente a una crisis financiera, pero que se da en un momento en que la economía muestra extraordinaria pujanza para cerrar el 2018 como la de más alto crecimiento en el hemisferio.
Tomado del editorial de
de la fecha;-
La propia Corporación de Empresas Eléctricas Estatales ha admitido, con franqueza poco usual, que estaremos a partir de octubre enfrentando las consecuencias de un serio desabastecimiento de energía, con todas sus consabidas implicaciones.
Aparte de aumento con los subsidios estatales del orden de los 30 millones de dólares mensuales, la crisis supondrá, más que nada, el severo deterioro de la calidad de vida y la economía de los millares de usuarios que dependen de la energía para sus actividades normales.
Nadie podrá evitar que, al agudizarse la tanda de apagones por muchas horas, se disparen las presiones sociales al Gobierno para que aminore los efectos de este descalabro del sistema eléctrico, obligándolo a buscar las alternativas posibles para conjurarlo.
De hecho, al declararse en sesión permanente el conjunto de las instituciones oficiales que rigen el sistema, una de sus primeras medidas ha sido la de acelerar los procesos que restablezcan las operaciones de plantas que salieron de servicio sin estar bajo programación, la racionalización del suministro y la compra de energía en el mercado “spot”.
Con un déficit estimado de 500 a 600 megavatios, es obvio que se resentirá la maquinaria productiva del país, afectando a las empresas, los hogares y un sinnúmero de actividades.
Además, habrá que afrontar una elevación de las tarifas, más las pérdidas que provoca la paralización de servicios que dependen de la energía, o el gasto imprevisto de adquirir plantas de emergencia y combustibles para no terminar arruinados.
El país tiene que afrontar con entereza y con dosis de prudencia y comprensión este inesperado quiebre de su producción energética, que se ha debido más a causas de fuerza mayor, no propiamente a una crisis financiera, pero que se da en un momento en que la economía muestra extraordinaria pujanza para cerrar el 2018 como la de más alto crecimiento en el hemisferio.
Tomado del editorial de
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