Las circunstancias que rodearon la más reciente
violación de un niño en la escuela “República Dominicana”, del sector
Villa Juana, en el Distrito Nacional, deben motivar a las autoridades a
adoptar medidas puntuales para prevenir este tipo de crímenes en todos
los planteles del país.
Lo que se sabe hasta ahora es que un niño de nueve años entró a un baño del plantel con intención de orinar, pero otro mayor que él, estudiante de bachillerato, lo dominó por la fuerza y lo violó.
Ante los gritos desesperados del menor, una profesora intervino, pero ni ella ni los miembros de la Policía Escolar lograron detener al agresor, que huyó y hasta ayer no se conocía si había sido apresado por ese hecho tan grave como revelador de una conducta perversa.
El hecho de que los vecinos del menor violado salieran a las calles a manifestarse públicamente contra ese abuso y a reclamar la aplicación de justicia contra el criminal que lo perpetró, indica la necesidad de adoptar medidas efectivas para disuadir ese tipo de agresiones y perseguir con certeza a quienes finalmente logren cometerlas.
Este violador tiene que ser localizado, detenido y puesto a disposición de la justicia para que sea colocado en el lugar que corresponde a los criminales y abusadores: la cárcel.
Además de la vigilancia con recursos humanos, el Ministerio de Educación debería implementar un sistema de videovigilancia especialmente enfocado a las áreas de entrada y salida de los baños, laboratorios cerrados, lugares apartados de los planteles, para que casos como este permitan la identificación inmediata del violador, así como intentos de robo de equipos y materiales.
Todo cuanto se haga para preservar la dignidad de las personas vulnerables en las escuelas, siempre será más barato y preferible que tener que recuperar la conducta de un violador y devolver el equilibrio emocional a un niño que ha pasado por la terrible experiencia de soportar los desenfrenos de un degenerado.
Las escuelas, públicas y privadas, a todos los niveles, tienen que rodearse de un clima de seguridad a toda prueba, para que tanto alumnos, docentes como padres, mantengan la confianza en esos espacios como centros de formación y sana socialización, sin riesgo de abusos, maltratos y violaciones.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
Lo que se sabe hasta ahora es que un niño de nueve años entró a un baño del plantel con intención de orinar, pero otro mayor que él, estudiante de bachillerato, lo dominó por la fuerza y lo violó.
Ante los gritos desesperados del menor, una profesora intervino, pero ni ella ni los miembros de la Policía Escolar lograron detener al agresor, que huyó y hasta ayer no se conocía si había sido apresado por ese hecho tan grave como revelador de una conducta perversa.
El hecho de que los vecinos del menor violado salieran a las calles a manifestarse públicamente contra ese abuso y a reclamar la aplicación de justicia contra el criminal que lo perpetró, indica la necesidad de adoptar medidas efectivas para disuadir ese tipo de agresiones y perseguir con certeza a quienes finalmente logren cometerlas.
Este violador tiene que ser localizado, detenido y puesto a disposición de la justicia para que sea colocado en el lugar que corresponde a los criminales y abusadores: la cárcel.
Además de la vigilancia con recursos humanos, el Ministerio de Educación debería implementar un sistema de videovigilancia especialmente enfocado a las áreas de entrada y salida de los baños, laboratorios cerrados, lugares apartados de los planteles, para que casos como este permitan la identificación inmediata del violador, así como intentos de robo de equipos y materiales.
Todo cuanto se haga para preservar la dignidad de las personas vulnerables en las escuelas, siempre será más barato y preferible que tener que recuperar la conducta de un violador y devolver el equilibrio emocional a un niño que ha pasado por la terrible experiencia de soportar los desenfrenos de un degenerado.
Las escuelas, públicas y privadas, a todos los niveles, tienen que rodearse de un clima de seguridad a toda prueba, para que tanto alumnos, docentes como padres, mantengan la confianza en esos espacios como centros de formación y sana socialización, sin riesgo de abusos, maltratos y violaciones.
Tomado del editorial de
de la fecha ;-
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