Voy a dejar de lado por un momento uno de los conceptos fundamentales
de la Justicia: que todas las personas merecen la presunción de la
inocencia. Lo hago, y con todo mi respeto por la ley y el orden como
abogada jurada ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, porque a
veces hay que decir las cosas como son. A veces, la evidencia está a
plena vista, tan pública, tan explícita que se hace difícil creerla.
Pero esta vez, no hay ninguna duda. Esta vez, es un hecho más claro que
el sol. Donald Trump es un criminal.
Uno de esos criminales llamados "de
cuello blanco". Aquellos que roban a los pobres, o los
explotan, para enriquecerse y, luego, esconden sus riquezas de forma
ilegal para evitar su responsabilidad social. Aquellos que viven de la mentira y el fraude
para acumular lujos infinitos, solo por hacerlo, sin ningún objetivo
noble o meta más allá de hacerse rico. No importa cuántos sufren, no
importa cuánto se miente, a cuántos se engaña o cuántas leyes se violan,
siempre y cuando la riqueza siga creciendo y siga llenando sus
bolsillos.
Estos criminales, estos de "cuello blanco", normalmente no se enfrentan a la Justicia. Por que el 'club de los ricos y poderosos',
que incluye a jueces, fiscales, políticos, lobbistas y empresarios de
influencia, los protegen. El error de Donald Trump, el cual podría
acabar con su estilo de vida dorada, fue buscar la presidencia, y
ganarla, aunque sea por razones 'cuestionables'.

El pago de impuestos es un deber y una obligación
para todos los ciudadanos, pero sobre todo para los servidores
públicos. Los impuestos son los fondos públicos que financian a la
nación, al estado, a las instituciones. Es el dinero que mantiene los
programas sociales, la infraestructura, la educación pública. Pero a
Donald Trump no le importa nada de eso. Al mandatario estadounidense
solo le importa tener dinero para él mismo, no para ayudar a otros.
Trump ha mantenido sus empresas al estilo mafioso, pagando y recibiendo
sobornos, canalizando dinero y otras formas de financiamiento ilícito de
manera ilegal, y sirviéndose de favores y comisiones para generar poder
y expandir sus negocios. No tiene el más mínimo respeto por la ley, ni
por las instituciones del país, y menos por el pueblo.
Sus múltiples acciones ilícitas durante los años anteriores a su elección como presidente no incluyen aquellas cuestionables que han sucedido durante su campaña presidencial y su primer año y medio en la presidencia,
como sus mentiras patológicas, las fantásticas exageraciones sobre sus
logros, su conocimiento de temas, su capacidad 'intelectual', su
experiencia, sus políticas y también las posibles perjurios que ha
cometido en multiples ocasiones frente a toda la nación. Trump también
ha divulgado secretos de seguridad nacional de forma irregular a
funcionarios extranjeros, ha perseguido a sus críticos públicamente y ha
abusado de los poderes presidenciales para promover sus negocios
personales (manejados por sus hijos) y su perfil público.
Trump es un hombre de pequeña y cerrada mentalidad, sumamente
inseguro y con complejo de inferioridad. Eso lo hace, irónicamente, un
narcisista maligno, y un sociópata que no tiene empatía
por nada ni por nadie. Solo se interesa por sí mismo y sus propios
intereses. Por eso, no le importaba violar la ley todas las veces que
sea necesario para llegar al cargo más poderoso del mundo.
En
estos días, durante un evento con mineros en el estado pobre de Virginia
del Oeste, Trump estaba hablando mal de los 'élites', como suele hacer,
y frente a una audiencia de gente pobre, obrera, que lucha por ganar lo
suficiente para vivir. Y frente a esa audiencia, el presidente
estadounidense comenzó a explicar cómo él tiene más casas y apartamentos
lujosos que la supuesta 'élite' y como él tiene más dinero –miles de
millones de dólares– y es más poderoso e inteligente que esa 'élite',
porque ganó la presidencia y ellos no. Su audiencia, llena de pobres,
obreros (casi todos blancos), lo aplaudía, en una escena totalmente
surrealista. Trump se identifica con la gente pobre, y en muchos casos, también resentida,
como él, porque a pesar de toda su riqueza financiera y su poder como
el presidente de la nación más poderosa del mundo, a pesar de todo eso,
el mandatario aún se siente inferior e inseguro. Es solo frente a gente
con mucho menos poder y dinero que él, que Trump se siente fuerte.
El
mandatario estadounidense sabe que no es un criminal cualquiera. Es uno
que logró evadir y engañar las leyes para llegar a donde está. Claro,
no se puede olvidar que quienes lo pusieron ahí –que realmente son los multimillonarios, empresarios, ultraconservadores y evangélicos– lo hicieron para promover su propia agenda política y económica.
No les importa entregar sus valores y su moral para aguantar las
vulgaridades de Trump, mientras puedan avanzar su agenda y llenar sus
bolsillos. Pero lo que ha sucedido en los últimos días ha supuesto una
pausa en esta relación. Tal vez se hayan dado cuenta de que su luna de
miel con el títere de Trump en la presidencia no va a durar mucho más.

El juicio político –un
impeachment– de Trump podría pronto ser una realidad. De que ha cometido
crímenes, no hay duda ninguna. El tema es si quienes tienen en su poder
la posibilidad de responsabilizarlo por sus acciones penales, tienen
también la valentía para hacerlo. Nadie, nunca, debería estar por encima
de la ley.
Las
declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva
responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de
vista de RT. ni de RDvision Noticiosa
Por Eva Golinger ;-
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