UNO- COMPLEJIDAD, PERO DISTINTA.-
Se planteó desde el principio, cuando nada era cierto y todo evento,
que las elecciones del 2020 serían complejas. En apariencia siguen
siendo complejas, aunque las razones podrían ser diferentes a las
mencionadas en los inicios. Incluso en un momento y en otro habría de
considerarse el temperamento del dominicano, mucho más cuando actúa en
política. La complejidad sería por la realización de dos consultas en un
mismo año y en fechas cercanas.
No enero y diciembre, sino febrero y mayo.
En un tiempo se celebraban
todas en un mismo día, y eso provocaba un efecto arrastre. Las
candidaturas mayores cargaban las menores, y eso impedía un escrutinio
verdadero, un discernimiento apropiado y que se desarrollaran liderazgos
locales. Entonces se decidió y se consignó que fueran cada dos años, y
las congresuales y municipales, al ser consultas de medio tiempo, se
convertían en mecanismo efectivo de control. Era una prueba, un examen,
si se quiere adelantado, pero que favorecía tanto al gobierno como a la
oposición, pues no tenían que confiarse en encuestas ni al equívoco de
percepciones interesadas. El electorado dejaba claro si estaba con el
gobierno o con la oposición, y cada cual, con conocimiento de causa,
procedía en consecuencia...
DOS- CAMBIO DE FICHA Y JUEGO.- La gente no se da
cuenta, y con ese espíritu de borrego, tampoco le importa ni se resiste
al juego que le imponen cada vez que hay elecciones. Se las juntan, o
separan, y las vuelven a juntar, o separan por meses y no por años. En
la reforma constitucional de 1994 se decidió que los colegios fueran
cerrados, que los hombres votaran en horarios diferentes a las mujeres,
una acción machista que nadie protestó entonces, aunque si se dejó sin
efecto más tarde al comprobarse que el orden de los factores no alteraba
el resultado.
El voto preferencial fue otro invento, y de administrativo en
principio, se estableció por ley y por decisión, no de la Junta Central
Electoral, sino de los propios partidos. Los cuales – en su locura o
envanecimiento – aprobaron aplicar dicha modalidad a los regidores.
Ahora no se sabe en qué parará este asunto, pero sí está claro que
quieren apearse de ese caballo. Los partidos en sí, pero sobre todo la
Junta Central Electoral quisiera que la libraran de ese trance. Esa
preferencia no haría complejo el proceso, peor: lo haría difícil, y
dicen que hasta imposible, pues el contar sería eterno y el Tribunal
Superior Electoral no daría abasto con los recursos que por eso motivo
necesitarían de su arbitraje...
TRES- ANTES COMPLEJO, AHORA COMPLICADO.- Lo que en
principio se consideró complejo, ahora podría ser complicado, o por
elementos que se agregarán o que proveerá la circunstancia.
Se suponía que los tiempos difíciles serían febrero y mayo, las
fechas de las elecciones. Sin embargo, antes de llegar a febrero y a
mayo se producirán situaciones que la Junta Central Electoral tendrá que
afrontar, como serían las primarias o el registro de candidatos. El
papel de espectadora o de árbitro en los procesos internos será cambiado
si la Ley de Partidos llega a aplicarse como fue aprobada. Antes era
que no había normas, y a falta de una reglamentación clara, con el
embudo se resolvían las dificultades. Las dificultades ahora serán del
organismo y lo que deje mal o quede mal se lo cobraran en las
nacionales, sean de febrero o mayo. La JCE no tiene medios ni puede
intervenir en la vida interior de los partidos, pero si conociera el
ánimo y el clima respecto a las aspiraciones sabría que no hay forma de
salir con bien. Antes que debatir entre sí, los candidatos que se
sintieran burlados, y serían casi todos, la emprenderían contra la
organizadora y no el partido madre. No es lo mismo supervisar que
organizar. No es igual dar un informe que un resultado. Las primarias
son un mecanismo democrático de elección, pero los políticos, aunque no
lo digan, las consideran un mal engendro...
CUATRO- LA ALEVOSÍA DE FUERA.- En la competencia
interna de los partidos podrían originarse situaciones inéditas, viendo
las influencias de las redes o la intervención de sectores particulares.
Ninguna manifestación social o política se produce como hecho aislado,
propio, ajeno a los demás. Ahora a tanta gente le tienen el agua puesta o
anda con la soga a rastras, que los mayores peligros provendrían de
fuera. Lo que un aspirante interno no se atreva por escrúpulo o pudor
contra su adversario, para descalificarlo, podría hacerlo un tercero.
Tal vez no por vía directa, como sucede en los escrutinios de las altas
cortes, pero sí por medios oficiosos, como serían las modalidades de
Internet. Habría que ver cómo reaccionaría un partido ante el agravio u
ofensa -- con base -- a uno de sus postulados. O la Junta Central
Electoral. Los expedientes de redes son tan exhaustivos, abundan tanto
en detalles, que no es fácil librarse del estigma, de la mancha. Si el
artículo de la Ley de Partidos que prohíbe ensañarse contra candidatos
fuera eliminado, como se pretende con acciones ante el Tribunal
Constitucional, muchas cañerías serán dañadas y la fama de mucha gente
podría andar como agua sucia por las calles. Los partidos generalmente
se hacen los suecos cuando se cuestiona a uno de sus dirigentes, o
miembros, o candidatos. Dejan que la afrenta se disuelva sola. Ahora
podría ser diferente...
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