Después de casi dos decenios, diversas consultas, comisiones y
numerosas horas de trabajo, finalmente en el día de ayer, luego de que
los legisladores favorecieran el informe de la Comisión Especial que
estudiaba dicho proyecto, se aprobó en dos sesiones consecutivas la tan
anhelada Ley de Partidos en la Cámara de Diputados.
Todos los ojos estaban puestos en los honorables diputados que tenían
sobre sus hombros la responsabilidad y el sagrado compromiso de velar
por los mejores intereses del pueblo y la Constitución.
Una prolongada
jornada de debates e intervenciones de más de nueve horas, fueron
necesarias para la impostergable aprobación de esta pieza legislativa.
Ahora le corresponde a la Cámara de Senadores conocerla, donde no tendrá
la más mínima dificultad para su aprobación, ya que cuenta con un
amplio respaldo.
La sociedad en su conjunto aspiraba a una ley que fuera el marco
normativo de los procesos electorales, y a su vez, la garantía de
elecciones transparentes, equitativas, democráticas y diáfanas para el
fortalecimiento de la democracia y el buen funcionamiento del sistema de
partidos. Sin embargo, eso no fue así, ayer quedó más que evidenciado
de que el objetivo principal de estas falsas escaramuzas; más que
fiscalizar y regularizar los procesos electorales, no eran más, que
pantomimas que sirvieron como vehículo para que sectores avanzaran en
sus propósitos inmediatos, haciéndose trajes a la medida sin importar,
ni tomar en cuenta el respeto al marco constitucional con dicha
aprobación.
El día de ayer lamentablemente marca un antes y un después. Fue un
día funesto para la democracia y el país. El escenario evidenciado en la
Cámara de Diputados fue desolador. Ver y escuchar de legisladores, los
cuales están compelidos bajo juramento de cumplir y hacer cumplir las
leyes; durante sus intervenciones motivar y justificar que aunque
estaban conscientes de que esta ley contraviene la Constitución es mejor
que nada, dado a que, por los menos tendremos un punto de inicio en
este aspecto. Y es que los legisladores con este tipo de comportamiento
dejaron mucho que desear a la sociedad; y ya basado en estos hechos,
actualmente no vemos en la urgente necesidad de una inmediata
transformación y renovación de la clase política, que esté acorde con
las aspiraciones y expectativas del pueblo comenzando por el respeto a
la Carta Magna.
No es sorpresa para nadie, que ayer se dieron pasos agigantados a la
consumación del descalabro de la democracia y a la suplantación del
sistema de partidos; por un sistema clientelar, el cual es capaz de
llegar a la mayor de las insolencias en aras de lograr sus objetivos
particulares e inmediatos, sin tomar en consideración los mejores
intereses y aspiraciones de la sociedad.
Abrogar el derecho de los miembros de los partidos, organizaciones y
movimientos políticos de elegir y ser elegidos por las cúpulas de los
partidos, al igual, que coartar la democracia interna de los partidos
como sucedió en la cámara baja, no fue más que una aberración, que sin
lugar a dudas, tendrá efectos negativos en el porvenir inmediato.
Lo más triste de esta situación es que con el resultado de estos
desatinos, se ha empezado a escribir la página negra de nuestra
democracia que tanta sangre, sacrificio y dolor nos ha costado a lo
largo de nuestra historia.
Aunque a pesar de la tormenta, vale la penar resaltar que todavía
quedan muchos hombres y mujeres que sienten el deber y compromiso de ser
centinelas de nuestra Democracia y Constitución dispuestos a
defenderlas bajo cualquier circunstancia.
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