Estigmatizaron a Balaguer por la referencia que hizo de que “alguien”
en América Latina dijo: “La Constitución es un simple pedazo de
papel…”, y tuvo que pagar caro la cita: lo forzaron a cambiarla en 1994
para que le perjudicara, pero la Historia a la callada se venga: a
modificarlo todo para que todo siguiera igual. Puro gatopardismo
lampedusiano de la más pura esencia. ¡Ahí son constitucionalistas!”,
exigen y hasta pelean por la Constitución. Por ello hubo una guerra
civil que provocó una intervención armada norteamericana, pero, ¡qué
ironía!, si la defendemos, si la invocamos para rendirle respeto al
Estado Social de Derecho, se derivan por la apelación pragmática y
politiquera del beneficio particular. Adversarios políticos de Leonel y
cierta oposición pancista y acomodaticia no aceptan ganancia conceptual
ante ello.
Mezquindad
probada. Cuando nos conviene la ley peleamos por ella; luego también la
debilitamos por conveniencia con los argumentos más torticeros. Así ha
sido, destruir la institucionalidad utilizando en su provecho el clima
de desestabilización causado. La confusión creada con imponer una Ley de
Partidos para disfrazar bajo un lenguaje democrático un proceso de
destrucción de la convivencia interna de los partidos, es realmente
penosa. Leonel se ha posicionado en el eje de la constitucionalidad y
recibe el vapuleo constante, la indiferencia desdeñosa de ciertos
sectores (obcecados en la ensoñación de sacar el PLD del poder) que se
han juntado con la enojada hostilidad de políticos resentidos y
envidiosos hasta de su propio partido. Concederle legalidad a lo ilegal
es una concesión estrafalaria que no es ético ni decente a un político
serio; además, gente que se dedica con calidad a esos temas ha estado
expresando su malestar. Todo hace pensar que a fin de cuentas solo los
militantes de los partidos y la Junta Central Electoral sucumbirán.
Decisiones defendidas como arsenal constitucional, presentadas con
corajuda defensa del partidismo y liderazgo nacionales, solo se oponen
oportunistas intransigentes dispuestos a hacerle el juego al desorden
institucional.
Jugando a la ebriedad de una conjunción de fuerzas políticas que
produce delirio y que ante ¿Constitución o caos?: caos, la personalidad
política de Leonel Fernández no encaja ahí, y en un momento de
convergencia anticonstitucionalista, tan infrecuente y cuya novedad aún
resulta difícil de valorar; que entre la inestabilidad y la estabilidad
han escogido la primera, Fernández es el defensor de la estructura
conceptual de la Constitución porque la oposición está postrada sin
entender que la Constitución es el diseño democrático y el explícito
amparo para que desde el poder no se atente contra ella. La ley aprobada
habría que describirla en “blanco y negro”, añadiendo el razonamiento
de “con el poder o contra el poder”; se trata además, y sobre todo, de
que invocando la necesidad se convierten en propiciadores de una ley
incumplible y hasta en violadores de la Constitución. No se puede
sucumbir a un ataque de hipocresía, y Fernández pienso es consciente de
ello. Esta ley no puede entregarse a un órgano público en esas
condiciones. La JCE tiene hoy más razones para no prestarse a ser
arrullada y que le conduzcan a adormecerse por gravísimos errores a los
cuales había que sumarle este nuevo
Por Manuel Fermín ;-
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