De un tiempo para acá, se impone que los presidentes con criterios y con
talentos especiales, que trascienden las fronteras de sus países y del
período en que les toca gobernar, se dediquen a ofrecer conferencias, a
servir de mediadores en conflictos internacionales o funden un centro
para el debate de las ideas, la formación de líderes o la contribución a
una mejor democracia.
En esa línea, hizo historia el expresidente
norteamericano James Carter, con sus periplos como armador de la paz por
el mundo y fundador del Centro Carter, en Atlanta, donde el finado
Hatuey De Camps, el doctor Leonel Fernández y nosotros, escuchamos -hace
más de diez años- plantear la preocupación sobre el origen de los
recursos en las campañas electorales, para evitar que en un momento los
presidentes fueran puestos por el narcotráfico o por intereses nada
santos. Se sabe que Barack Obama, con mucho potencial, planea no
quedarse de brazos cruzados y dejarle a la posteridad algo más que la
impronta del buen gobierno que hizo antes de Trump. Aquí, al
expresidente Fernández se le ocurrió levantar la Fundación Democracia y
Desarrollo (Funglode), no como negocio privado o medio de vida personal,
sino como legado en favor del desarrollo, para la formación profesional
de jóvenes del país, para el intercambio con las principales
universidades del mundo y el fomento de la cultura en un sentido amplio.
Recuerdo que al ganar su segundo periodo presidencial, Hatuey lo
felicitó y lo visitó (le acompañábamos), y el entonces líder del PRSD
quedó maravillado con la biblioteca, la disposición tecnológica y con
todo lo que, con gran muestra de satisfacción, el mentor de la
institución de formación y cultura le iba mostrando en un recorrido por
todas las instalaciones. Todo el que tenga criterio y visite aquello,
reconocerá que es importante, bueno, y que es una obra que valió pena.
Solo la mezquindad o el interés de dañar gratuitamente pueden ignorar
el origen de los fondos para levantar y mantener Funglode, algo ya muy
debatido. Sencillamente, el aporte de empresarios y amigos, algunos de
los cuales -sin que se les mencione- se le ofrecen a los presidentes.
Recuerdo que hasta de BANINTER se dijo que hubo un aporte, el mismo
banco adonde la Tesorera de la época y el jefe político del entonces
PPH, fueron a buscar un saco de dinero para el intento fallido de
reelección presidencial de Hipólito Mejía. ¿Aportes de algunos
contratistas? Esto último ocurre en todas las campañas electorales, por
lo que entre financiar una reelección encareciendo obras públicas, o
aportar para un centro de cultura, hay una gran diferencia, y si hay
pecado, está en lo primero.
Por Luis Encarnación Pimentel ;-
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