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martes, julio 31, 2018

Y otra vez a Vladimir y a doña Altagracia

LA GRANDEZA DE LOS HUMILDES. Para rendir homenaje a Vladimir Guerrero Alvino, bastaría con citar aquí sus hazañas deportivas. Recordar, por ejemplo, que en las diez temporadas que van de 1998 a 2017 tuvo un promedio de bateo de .327, 35 jonrones y 114 impulsadas. Que el nueve veces All Star, tuvo siete campañas con promedio de bateo superior a .320.
Sin embargo, en estos tiempos en que es tan fácil perder el norte de la vida, cuando la sociedad occidental ha alcanzado cotas de alienación inimaginables, víctima de la “civilización del espectáculo”, es maravilloso celebrar el éxito de quien, rodeado de los suyos, ya era sumamente exitoso, y hablo del éxito de la felicidad, -no de aquella basada en los bienes materiales que a cada quien le toca administrar a su paso por la vida-, sino de la felicidad cotidiana, la del partido de softball y el cerveceo fraterno con dominó, la de poder acudir a cualquier hora donde la madre para rogarle un cocinao, para los amigos, los vecinos y para todo el que ande cerca. Al fin, la fortuna compartida es la única posible, lo demás es administración y contabilidad.
RICO, Y ADEMÁS CON DINERO. Gracias a su talento y dedicación, a sus esfuerzos y a los de su santa madre y sus hermanos, Vladimir es rico, pero además con dinero. Podría no tener ese dinero y seguiría siendo rico, materialmente pobre, pero rico en el más existencial sentido de lo que es riqueza. Cuando un hombre multimillonario en dólares es tan feliz y despistado, al punto de esperar la llamada que le confirmó su entrada al salón de los inmortales del béisbol calzando chancletas Samuráis, es que estamos ante un raro espécimen de ser humano que ha encontrado en el amor de su madre, de su mujer, su familia y sus amigos, (la vida) lo que no enseñan los libros y mucho menos da el dinero. No se puede olvidar lo principal, y de eso habló don Mateo cuando preguntó hace ahora algo más de dos mil años: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma”. Que, como decían los griegos, citados luego por el Sabina para cantar a Cristina Onassis, “nadie debería ser tan pobre que sólo tenga dinero”.
“ASÍ SE TEMPL” EL ACERO”. Cuando en agosto de 1979, el ciclón David arrasó con la provincia Peravia y destruyó el pueblo de Don Gregorio, Vladimir tenía tres años, su familia no tenía nada, y sin embargo lo perdió todo. Posiblemente, gracias a esa tragedia que hundió a esa familia en la pobreza, llegó hasta ella la fortuna del coraje, la riqueza del espíritu fuerte, los ovarios, los “jardines colgantes de Babilonia”, y como en la novela de Nicolái Ostrovski, “así se templó el acero”. Por eso, nunca te quejes por nada, no te quejes nunca, porque 39 años después de aquella tragedia, una tarde de domingo en la calurosa villa de Cooperstown podrías verte agradeciendo a Dios por aquella desventura. Hagan memoria, y pidan una copa de vino, aunque sea martes, que In vino veritas (en el vino está la verdad) y también en la Cerveza, (Presidente Off course).
EL HORNO TEMPLADOR. Doña María Altagracia Alvino fue el horno templador y es el norte y es el guía, la luz e inspiración de todos sus “muchachos”, incluido Vladimir. En su poema nacional, don Pedro Mir nos anuncia que al final de la vida no quiere más que paz, “un nido de constructiva paz en cada palma”; lo de doña Altagracia es menos poético; lo de ella es seguir visitando a sus amigas, preparando bollitos de harina para el culto de su iglesia, mimando hijos, nietos y sobrinos, cocinando un chivo para todos cada vez que el convite de los Guerrero Alvino -luego de mil cervezas- se lo reclama. Seguir siendo oráculo de inspiración, sabiduría y respeto. Es por esto, que mi homenaje a Vladimir pudo ser deportivo, pero no. Lo deportivo se lo dejo yo a mis dilectos Yancen Pujols y Héctor Gómez. No. Aquí yo sólo he querido reconocer este buen hijo de mejor madre que, en silencio, desde la felicidad que la humildad provoca, le ha enseñado a un país alineadito de marcas, allantes y poses, que se puede entrar a la gloria inmortal del deporte mundial calzando unas chancletas Samuráis... entre amigos, siempre entre amigos. (Escrito a partir del Bulevar del 26 de enero 2018). 
Por Pablo McKinney ;-
pablomckinney@gmail.com
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