LA GRANDEZA DE LOS HUMILDES. Para rendir homenaje a
Vladimir Guerrero Alvino, bastaría con citar aquí sus hazañas
deportivas. Recordar, por ejemplo, que en las diez temporadas que van de
1998 a 2017 tuvo un promedio de bateo de .327, 35 jonrones y 114
impulsadas. Que el nueve veces All Star, tuvo siete campañas con
promedio de bateo superior a .320.
Sin embargo, en estos tiempos en que
es tan fácil perder el norte de la vida, cuando la sociedad occidental
ha alcanzado cotas de alienación inimaginables, víctima de la
“civilización del espectáculo”, es maravilloso celebrar el éxito de
quien, rodeado de los suyos, ya era sumamente exitoso, y hablo del éxito
de la felicidad, -no de aquella basada en los bienes materiales que a
cada quien le toca administrar a su paso por la vida-, sino de la
felicidad cotidiana, la del partido de softball y el cerveceo fraterno
con dominó, la de poder acudir a cualquier hora donde la madre para
rogarle un cocinao, para los amigos, los vecinos y para todo el que ande
cerca. Al fin, la fortuna compartida es la única posible, lo demás es
administración y contabilidad.
RICO, Y ADEMÁS CON DINERO. Gracias a su talento y
dedicación, a sus esfuerzos y a los de su santa madre y sus hermanos,
Vladimir es rico, pero además con dinero. Podría no tener ese dinero y
seguiría siendo rico, materialmente pobre, pero rico en el más
existencial sentido de lo que es riqueza. Cuando un hombre
multimillonario en dólares es tan feliz y despistado, al punto de
esperar la llamada que le confirmó su entrada al salón de los inmortales
del béisbol calzando chancletas Samuráis, es que estamos ante un raro
espécimen de ser humano que ha encontrado en el amor de su madre, de su
mujer, su familia y sus amigos, (la vida) lo que no enseñan los libros y
mucho menos da el dinero. No se puede olvidar lo principal, y de eso
habló don Mateo cuando preguntó hace ahora algo más de dos mil años: “De
qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma”. Que, como
decían los griegos, citados luego por el Sabina para cantar a Cristina
Onassis, “nadie debería ser tan pobre que sólo tenga dinero”.
“ASÍ SE TEMPL” EL ACERO”. Cuando en agosto de 1979,
el ciclón David arrasó con la provincia Peravia y destruyó el pueblo de
Don Gregorio, Vladimir tenía tres años, su familia no tenía nada, y sin
embargo lo perdió todo. Posiblemente, gracias a esa tragedia que hundió a
esa familia en la pobreza, llegó hasta ella la fortuna del coraje, la
riqueza del espíritu fuerte, los ovarios, los “jardines colgantes de
Babilonia”, y como en la novela de Nicolái Ostrovski, “así se templó el
acero”. Por eso, nunca te quejes por nada, no te quejes nunca, porque 39
años después de aquella tragedia, una tarde de domingo en la calurosa
villa de Cooperstown podrías verte agradeciendo a Dios por aquella
desventura. Hagan memoria, y pidan una copa de vino, aunque sea martes,
que In vino veritas (en el vino está la verdad) y también en la Cerveza,
(Presidente Off course).
EL HORNO TEMPLADOR. Doña María Altagracia Alvino fue
el horno templador y es el norte y es el guía, la luz e inspiración de
todos sus “muchachos”, incluido Vladimir. En su poema nacional, don
Pedro Mir nos anuncia que al final de la vida no quiere más que paz, “un
nido de constructiva paz en cada palma”; lo de doña Altagracia es menos
poético; lo de ella es seguir visitando a sus amigas, preparando
bollitos de harina para el culto de su iglesia, mimando hijos, nietos y
sobrinos, cocinando un chivo para todos cada vez que el convite de los
Guerrero Alvino -luego de mil cervezas- se lo reclama. Seguir siendo
oráculo de inspiración, sabiduría y respeto. Es por esto, que mi
homenaje a Vladimir pudo ser deportivo, pero no. Lo deportivo se lo dejo
yo a mis dilectos Yancen Pujols y Héctor Gómez. No. Aquí yo sólo he
querido reconocer este buen hijo de mejor madre que, en silencio, desde
la felicidad que la humildad provoca, le ha enseñado a un país
alineadito de marcas, allantes y poses, que se puede entrar a la gloria
inmortal del deporte mundial calzando unas chancletas Samuráis... entre
amigos, siempre entre amigos. (Escrito a partir del Bulevar del 26 de
enero 2018).
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