La
decisión del nuevo mandatario de México de renunciar a la protección
expone la figura presidencial y complica hasta los actos más sencillos
de su agenda
La seguridad del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador,
se ha convertido en un asunto de Estado sobre el que existe
preocupación e inquietud. Sus primeras apariciones en público han estado
rodeadas del caos organizativo y muchos temen que su seguridad, en un
país con graves problemas de violencia política, como se ha demostrado
con los más de 100 candidatos asesinados durante la campaña, pueda verse afectada.
Tras confirmarse su victoria,
Obrador llegó el martes al Palacio Nacional entre empujones y golpes y
apenas pudo salir del vehículo. La misma escena se repitió el día de
votación o la tarde del martes cuando se reunió con su gabinete y las
motos de los periodistas le seguían en el coche y hasta lo entrevistaban
en cada semáforo sobre donde iba a almorzar o con quien lo haría.
A este descontrol, Obrador respondió insistiendo que no usará el servicio de seguridad oficial
porque tanto los ciudadanos como los propios medios se encargarán de su
protección. "Me va a cuidar la gente, el pueblo, y me van a cuidar
ustedes (medios) porque no me van a apachurrar, y estoy hablando de
camarógrafos y fotógrafos porque me he llevado algunos golpecitos", dijo
entre risas.
Durante toda la campaña
Obrador ha insistido en que no le gustan los escoltas y que no contará
con seguridad personal por lo que prescindirá del Estado Mayor
presidencial para protegerlos a él y su familia. La institución, tal y
como anunció el día de su victoria, formará parte de la Secretaría de la
Defensa Nacional (SEDENA).
“Hay una confusión de conceptos, el Estado Mayor presidencial no es
para proteger al presidente sino la presidencia y la institución. ¿Qué
pasa si mañana secuestran a un hijo de López Obrador y ponen como
condición que libere a uno u otro capo?”, se pregunta Alejandro Hope,
experto en asuntos de seguridad. “Su actitud es una mezcla de creencias
mal fundadas sobre la misión de este cuerpo”, insistió. Para Hope es
posible organizar su seguridad con un cuerpo discreto y bien preparado
que lo proteja sin mermar “su deseo de darse un baño de pueblo”.
Surgida desde tiempos de la Independencia para proteger al nuevo
presidente de México, el Estado Mayor Presidencial consolidó su poder
como institución independiente a partir de los años 40 cuando se dio la
transición de los gobernantes militares a los civiles, como una forma de
dotar de independencia al presidente frente a las Fuerzas Armadas.
Actualmente es un órgano técnico militar que tiene como
misión fundamental proteger al presidente, a su familia, a secretarios
de Estado y a otras personas que, por su encomienda o situación decida
el ejecutivo. Con más de 2.000 militares, nueve aviones y ocho
helicópteros a su disposición, proporciona también seguridad y el apoyo
logístico en la protección de dignatarios extranjeros durante sus
visitas a México. También tiene la misión de coordinar la seguridad y la
logística integral de las reuniones internacionales de jefes de Estado y
de Gobierno, así como las de nivel ministerial organizadas por el
Gobierno Federal.
Sin embargo, Gabriel Regino, subsecretario de Seguridad durante la
época en la que Obrador fue alcalde de la Ciudad de México (2000-2005),
apoya la disolución del Estado Mayor porque se ha convertido en un
cuerpo parapolítico y paramilitar sin control ni fiscalización y con una
gran influencia tanto en el ejército como en la figura presidencial.
“Es una subestructura que condiciona decisiones estratégicas en función
de los intereses de la cúpula que lo dirige”, señala Regino, encargado
de la seguridad del nuevo presidente durante su etapa de alcalde.
Según Regino, el Estado Mayor Presidencial lo conforman mucho más de
2.000 personas y sostiene que “nunca se ha puesto el foco en ellos, pero
en las últimas décadas han ido aumentando su poder. No dependen de
nadie y solo responden al presidente. Hacen labores de inteligencia y
contrainteligencia y ha heredado su posición década tras década. Ellos
influyen incluso en quien será el titular de la Secretaria de la Defensa
Nacional”, insiste.
“Su seguridad personal es necesaria y se puede hacer con un grupo de
élite de la Policía Federal”, añade Regino, para quien es posible
organizar un grupo sutil similar al que utilizó cuando fue alcalde y que
estaba compuesto por cuatro mujeres, conocidas como Las gacelas, que se encargaban de su seguridad.
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