Con varios frentes abiertos a mitad de su segundo período, el gobierno
del presidente Danilo Medina tiene que actuar y manejarse en lo adelante
con mucha inteligencia, para que la tranquilidad del país en lo
fundamental y la gobernabilidad no se les vaya de las manos. Aunque con
méritos en determinados casos, las críticas y los pedimentos de la
oposición y de detractores profesionales deberían enmarcarse en el plano
institucional, procurando rectificación donde corresponda, pero sin
precipitar los acontecimientos y sin empujar a desbordamientos nada
provechosos.
Si Venezuela y Nicaragua tienen literalmente “el rancho
ardiendo”, sería el mejor espejo a mirar por los que quieren
adelantarse a los procedimientos y a los plazos establecidos para los
cambios en el tren oficial, sin ninguna prudencia y sin medir
consecuencias. ¿Quién se beneficia del caso, del desorden y de la
pérdida de seres humanos que caracteriza a esas dos naciones,
merecedoras de una mejor suerte? Ese cuadro -desgarrador y tétrico, por
la inseguridad y pérdidas de vidas- nadie que se respete y que le duela
la condición de dominicano debe desearlo para esta tierra, por más
opositor que sea. De ahí que los pedimentos y las críticas al gobierno
actual deben ser responsables; parte del juego democrático y del rol de
contrapeso y vigilancia que le toca a la oposición frente al desempeño
del gobierno de turno, en vez del patrocinio de acciones o actos
aventureros y tremendistas. Con plan o sin el plan denunciado por el
embajador Víctor Grimaldi, una eventual salida anticipada de Medina del
poder, lejos de mejorar las cosas las agravaría y el país se sumiría en
una crisis. Como planteara Vinicio Castillo, aun definiéndose opositor a
Danilo: “El país no puede perder su estabilidad política y
macroeconómica. ¡Sería agravar todos los problemas, sería funesto!”. De
todos modos, al Gobierno le asiste el deber y la responsabilidad de no
distraerse en espejismos o en “susurros” impertinentes al Presidente, y
centrarse en gobernar, para terminar bien su gestión, que es resaltable
en varios aspectos, no relacionados con los controles administrativos o
el manejo de la imagen. Pero en fin, el mejor aliado -y refugio-del
gobierno en momentos de embates o crisis es el Partido, si hay
sinceridad e interés por la unidad, el motor que prende lo demás (¿).
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