La mujer dominicana de estos tiempos atesora
muchas virtudes y cualidades: lleva la delantera en los estudios a todos
los niveles, pasa las pruebas del manejo organizado y honesto en sus
responsabilidades laborales y cada día su voz está más presente e
influyente en el debate de las prioridades del país.
Es, lo que se dice, un empoderamiento magnífico de competencias, base sobre la que puede abrirse paso en muchos escenarios que antes parecían vedados o en los que tenía una mínima incidencia.
Por haber demostrado esas competencias y cualidades, la mujer sin embargo se encuentra con un enemigo, visible e invisible, en sus caminos: el hombre rezagado, el psicópata celoso, el que se quedó atrás en el estudio y el trabajo y el que, prevalido todavía de un orgullo en decadencia, pretende imponer su condición de macho por sobre todas las cosas.
Otro enemigo, o en este caso enemiga, se agazapa en sus mismas filas: aquellas mujeres que inundan las redes sociales exhibiéndose semidesnudas, haciendo gestos sensuales, en poses provocativas de lujuria, prácticamente ofertándose como objetos sexuales, afectando la imagen de seriedad, compromiso y vocación de progreso de la mayoría.
Estas mujeres que se exceden en la promoción de sus figuras no constituyen el estereotipo de la mujer que, como Albania Hernández, llamada “La sierva del 12”, enaltece el género con su trabajo tenaz manejando un carro del concho para suplir las necesidades del hogar tras el fallecimiento de su esposo.
Como ella, hay millares de mujeres dominicanas, en el campo y en la ciudad, que todos los días se consagran al cuidado de sus hijos, sus esposos o sus padres, a estudiar en escuelas y universidades, a trabajar en distintas empresas o a incursionar en los nuevos emprendimientos.
A esas mujeres les rendimos hoy los mayores honores, por constituir el segmento de la población con más vocación hacia la superación y al engrandecimiento del país.
Tomado del editorial de
de la fecha
Es, lo que se dice, un empoderamiento magnífico de competencias, base sobre la que puede abrirse paso en muchos escenarios que antes parecían vedados o en los que tenía una mínima incidencia.
Por haber demostrado esas competencias y cualidades, la mujer sin embargo se encuentra con un enemigo, visible e invisible, en sus caminos: el hombre rezagado, el psicópata celoso, el que se quedó atrás en el estudio y el trabajo y el que, prevalido todavía de un orgullo en decadencia, pretende imponer su condición de macho por sobre todas las cosas.
Otro enemigo, o en este caso enemiga, se agazapa en sus mismas filas: aquellas mujeres que inundan las redes sociales exhibiéndose semidesnudas, haciendo gestos sensuales, en poses provocativas de lujuria, prácticamente ofertándose como objetos sexuales, afectando la imagen de seriedad, compromiso y vocación de progreso de la mayoría.
Estas mujeres que se exceden en la promoción de sus figuras no constituyen el estereotipo de la mujer que, como Albania Hernández, llamada “La sierva del 12”, enaltece el género con su trabajo tenaz manejando un carro del concho para suplir las necesidades del hogar tras el fallecimiento de su esposo.
Como ella, hay millares de mujeres dominicanas, en el campo y en la ciudad, que todos los días se consagran al cuidado de sus hijos, sus esposos o sus padres, a estudiar en escuelas y universidades, a trabajar en distintas empresas o a incursionar en los nuevos emprendimientos.
A esas mujeres les rendimos hoy los mayores honores, por constituir el segmento de la población con más vocación hacia la superación y al engrandecimiento del país.
Tomado del editorial de
de la fecha
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