Estuve leyendo un artículo de Sergio Ramírez
sobre la lucha entre la verdad y la mentira y los nuevos nombres que
adopta el engaño. La mentira es un arte que muchas veces se viste de
literatura para deleitarnos. En ocasiones la vemos ataviarse de
proyección con maquillaje de video, con el mismo objetivo de embobarnos.
En la televisión estaban pasando el discurso del presidente Danilo Medina y distraía mi reflexión.
Quería acogotar las tesis sobre la mentira. La patraña es quizá la forma más política, pero el discurso me sacaba de curso. Eran las mentiras y desbrozarla lo que me devanaba los jugos cerebrales. Quería evadirme, pero de nuevo volvía a retomar el tema de la patraña, el discurso político y los nuevos nombres de la mentira. Sergio Ramírez me había dislocado el coco.
Me traen el almuerzo. Un móvil por allá suena con Felipe Pirela cantando Quisqueya, el venezolano interpreta una canción de nostalgia que también orada mi pasado antitrujillista. Estamos en fiesta de Independencia y tenemos que reafirmar la dominicanidad. Otra vez el desequilibrio político en Venezuela nos los trae una ola en forma de migrantes y recuerdo a Pirela anejo a un exiliado dominicano que en Caracas llamaban Billo Frómeta, montado en el vaivén histórico.
En la televisión estaban pasando el discurso del presidente Danilo Medina y distraía mi reflexión.
Quería acogotar las tesis sobre la mentira. La patraña es quizá la forma más política, pero el discurso me sacaba de curso. Eran las mentiras y desbrozarla lo que me devanaba los jugos cerebrales. Quería evadirme, pero de nuevo volvía a retomar el tema de la patraña, el discurso político y los nuevos nombres de la mentira. Sergio Ramírez me había dislocado el coco.
Me traen el almuerzo. Un móvil por allá suena con Felipe Pirela cantando Quisqueya, el venezolano interpreta una canción de nostalgia que también orada mi pasado antitrujillista. Estamos en fiesta de Independencia y tenemos que reafirmar la dominicanidad. Otra vez el desequilibrio político en Venezuela nos los trae una ola en forma de migrantes y recuerdo a Pirela anejo a un exiliado dominicano que en Caracas llamaban Billo Frómeta, montado en el vaivén histórico.
Me
reconcentro de nuevo y repaso el ajuar de la mentira. Se viste de
chaqué o traje blanco. Usa tacones altos y peinado de muchas vueltas.
Todo depende del escenario. La mentira debe salir adecuadamente al
proscenio para venderse con aires de fidelidad. Nadie hace caso al
vestido de harapos.
Cierro los oídos al discurso de la tele para retomar una forma amena de mentira.
Me figuro el estriptís con expectativa del relato periodístico
llamado ficción real, en dos firmas distintas y tiempo separados:
Truman Capote y Gabriel García Márquez, toman los hechos y le agregan la
levadura de imaginación para construir piezas que nos hacen llorar o
reír.
Nos empujan a la abstracción con pasos de fuga. Es la mentira
engalanada con las tribulaciones del hacer y deshacer humano. Pero,
mentira, al fin y al cabo.
Tenemos la mentira “hechos alternativos” que emana del poder y tiene
incontrastable sello político, o la posverdad: Distorsión deliberada de
una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir
en la opinión pública. Hay nombres de mentiras para escoger...
Danilo terminó el discurso y estaba distraído. ¿Qué dijo?
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