El secretario general del PRD, Tony Peña Guaba,
está en una difícil situación porque su partido está en el gobierno y él
casi en la oposición.
Ver su entrevista por televisión es ahondar en la confusión. Se opone a la política migratoria del gobierno, aunque el jefe de su partido, el canciller Miguel Vargas Maldonado, está involucrado en la decisión.
Peña Guaba es un político inusual. Habla con mucha claridad y es transparente en su cotidianidad, sin embargo, quizá se le fue la mano en esta oportunidad.
Habla de que en el gobierno hay pocos de sus hermanos trabajando y cita que sólo son como tres mil que lo están haciendo. El huacal para los perredeístas luce no tener fin.
También se opone Peña Guaba a los parciales de Danilo de modificar la Constitución, con el propósito de buscar la reelección. En este tramo también incurre en contradicción. En el pasado sus compañeros de partido apoyaron la alteración para que Medina siguiera usando el timón.
Y digo que es contradicción porque desde aquí hay un tufo a que Vargas Maldonado ya apoya la reelección, aunque este no es un tema que en lo público esté en discusión. La guía para forjar esta opinión es que el canciller emitió su veredicto de abrir las primarias, una versión que es contraria a las de Leonel Fernández, que es otro aspirante presidencial, quien en su edicto se inclina por las puertas cerradas a la corrupción gubernamental.
Peña Guaba se canta y se llora porque elogia al presidente de su PRD, pero los dos no ven la cosa como es.
El secretario general no tiene puesto en el gobierno y eso le otorga fl exibilidad ya que no tienen obligación de expresarse con amabilidad o guardar a rajatabla una carga de fidelidad. El tiempo es temprano para hablar de elecciones y no obstante a esto habla de ir solos o mejor acompañados.
Su queja contra el PLD no es por fallas en los principios o acuerdos programáticos. En esto es realista, se basa en la política de empleos y reclama aumento de la cuota que a ellos les toca, incurriendo en una falla de olvido: su colectivo pactó temprano, vendió su colaboración cuando la campaña estaba en flor, no se ofertó al mejor postor, hizo negocio seguro. Gracias a eso hoy en el gobierno los perredeístas que cobran son más de tres mil.
Ver su entrevista por televisión es ahondar en la confusión. Se opone a la política migratoria del gobierno, aunque el jefe de su partido, el canciller Miguel Vargas Maldonado, está involucrado en la decisión.
Peña Guaba es un político inusual. Habla con mucha claridad y es transparente en su cotidianidad, sin embargo, quizá se le fue la mano en esta oportunidad.
Habla de que en el gobierno hay pocos de sus hermanos trabajando y cita que sólo son como tres mil que lo están haciendo. El huacal para los perredeístas luce no tener fin.
También se opone Peña Guaba a los parciales de Danilo de modificar la Constitución, con el propósito de buscar la reelección. En este tramo también incurre en contradicción. En el pasado sus compañeros de partido apoyaron la alteración para que Medina siguiera usando el timón.
Y digo que es contradicción porque desde aquí hay un tufo a que Vargas Maldonado ya apoya la reelección, aunque este no es un tema que en lo público esté en discusión. La guía para forjar esta opinión es que el canciller emitió su veredicto de abrir las primarias, una versión que es contraria a las de Leonel Fernández, que es otro aspirante presidencial, quien en su edicto se inclina por las puertas cerradas a la corrupción gubernamental.
Peña Guaba se canta y se llora porque elogia al presidente de su PRD, pero los dos no ven la cosa como es.
El secretario general no tiene puesto en el gobierno y eso le otorga fl exibilidad ya que no tienen obligación de expresarse con amabilidad o guardar a rajatabla una carga de fidelidad. El tiempo es temprano para hablar de elecciones y no obstante a esto habla de ir solos o mejor acompañados.
Su queja contra el PLD no es por fallas en los principios o acuerdos programáticos. En esto es realista, se basa en la política de empleos y reclama aumento de la cuota que a ellos les toca, incurriendo en una falla de olvido: su colectivo pactó temprano, vendió su colaboración cuando la campaña estaba en flor, no se ofertó al mejor postor, hizo negocio seguro. Gracias a eso hoy en el gobierno los perredeístas que cobran son más de tres mil.
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