Por años, el control direccional de las escuelas públicas ha dependido
de la cúpula de la Asociación Dominicana de Profesores, que es la que
lleva la voz cantante a la hora de ungir a los elegidos.
El poder de influencia se derrama a lo bajo de la pirámide y es por
eso que gran parte de los nombramientos de profesores en todo el país
llevan el sello de la élite gremial, con la que los ministros no quieren
meterse.
Por el contrario, entran en un forzoso o inevitable contubernio con el sindicato, para economizarse problemas ulteriores.
Como los que han ocurrido este fin de semana en que el gremio
magisterial decretó una huelga que dejó sin clases a millares de niños
de clase media y pobre de la capital solo porque la ADP se opone a los
concursos para la selección de los directores de escuelas y distritos
escolares.
No quieren concurso, sino seguir controlando el movimiento de las
fichas. Eso es lo insólito, porque se supone que mientras más
democrático, transparente y competitivo sea el proceso de escoger a los
directores, mayor garantía de profesionalidad y calidad tendrían las
escuelas.
A ese concurso de oposición, donde se gana por méritos reales, no por
mancuernas políticas ni sindicales, tienen derecho a participar todos
los maestros. Pero la cúpula del gremio, increíblemente, pretende
cerrarles el paso a sus socios al oponerse a ese tipo de selección.
Aquí hay sectores que reclaman transparencia y equidad, pero no la
practican a la hora en que sus intereses parecen ser tocados por una
política que pretende quebrar estos perniciosos actos de poder que les
imponen a los gobiernos, tanto en el magisterio, en el transporte, en el
campo de la medicina o de otros negocios, en sentido general.
Tomado del editorial de
de la fecha
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