Dicen que la pasión se justifica sólo en el amor, pero es mucho más
común en la política donde suele provocar daños irreparables, separa
familias, aleja amigos para siempre, provoca violencia y deja odios,
rencores y heridas que no se restañan jamás.
Padres e hijos que se separan por diferencias partidarias; hermanos
llegan a la agresión física extrema; amigos rompen vínculos que parecían
eternos; esposos que se divorcian; novios que se dejan; amantes que no
se miran más la cara; compañeros se dividen en bandos antagónicos;
lealtades se traicionan; fidelidades se vulneran…
No está claro del todo si en esas diferencias pesan más la pasión
política que el poder que se persigue, aunque las consecuencias han sido
siempre la división de la sociedad dominicana y en algunos casos la
atomización del partidismo. Los ejemplos sobran, pero tal vez valga la
pena recordar que los dos partidos más viejos –el Revolucionario
Dominicano y el Reformista–, han sufrido más divisiones que los años que
han pasado en el poder.
De la izquierda revolucionaria ni se diga: en los años setenta dos
formaciones extremistas –el Movimiento Popular Dominicano (MPD) y el
Partido Comunista de la República Dominicana (Pacoredo)–, se cazaban a
balazos en las calles y fueron incontables los muertos entre unos y
otros, ayudados siempre por la represión ofi cial que deseaba
exterminarlos a ambos.
Las luchas internas del partidismo contemporáneo se inició incluso
antes de acabar la dictadura de Trujillo. Al PRD lo formaron cinco fi
guras distinguidas del exilio dominicano en Cuba. A las dos semanas
estaban divididos y sus dos principales líderes –Juan Bosch y Juan
Isidro Jimenes- Grullón–, no volvieron a reconciliarse jamás. Años
después. con Bosch en el poder, Juan Isidro conspiró para derrocarlo en
1963…
Al regreso del exilio
Desmoronada la tiranía, los líderes regresaron del exilio y por más que
lo intentaron no fue posible ponerse de acuerdo para conformar un
gobierno provisional que llamara a elecciones. Quienes resistieron la
dictadura en el país –en su mayoría agrupados en la Unión Cívica
Nacional que lideraba Viriato Fiallo–, se negaron a darle participación a
quienes regresaban “de la dolce vita” sin haberse expuesto a los
riesgos que constituía enfrentar a Trujillo en el lar nativo.
Los extremistas de la izquierda se dividieron en cuchumil pequeñas
formaciones y sólo el profesor Bosch tuvo visión para identificar una
mayoría electoral que no se identificaba con ese antitrujillismo
visceral que pretendía arrasarlo todo. “Borrón y cuenta nueva” fue la
consigna que le hizo ganar los comicios del 20 de diciembre de 1962.
Pero la conspiración contra ese gobierno se inició al día siguiente
de instalarse, el 27 de febrero de 1963. Siete meses después Bosch
estaba en el suelo, derrocado por un golpe de Estado en cuya matriz se
encontraban muchos de quienes lo encumbraron al poder. Fue ese el inicio
de una división social con trasfondo partidario del que el país no ha
podido liberarse jamás.
Y que arrastra la sociedad
Desde entonces sólo el PRD y el PRSC han podido sobrevivir a la
barahúnda política que lleva ya más de medio siglo a costa de escisiones
tan profundas como haber prohijado el surgimiento en su seno de los dos
principales partidos del sistema en la actualidad en el caso del PRD
–el PLD y el PRM–, mientras el reformismo ha debido conformarse con un
chiquitismo que lo conduce a la desaparición.
El liderazgo de todos estos años no ha sido capaz de consolidar un
sistema democrático que se avenga a la necesidad del relevo generacional
y partidario. En este último tramo de cincuenta años hemos tenido sólo
seis presidentes de la República: Balaguer, 22 años; Guzmán, 4;
Salvador, 4; Leonel, 12; Hipólito 4, y Danilo cinco.
Sólo tres partidos han llegado al poder en el último medio siglo: el
PRD, el PRSC y el PLD. Por una razón sencilla… ¡… Todos han natagueado
entre una división y otra!
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