Con la voluminosa masa de usuarios de teléfonos
inteligentes, el chateo se ha convertido en una de las adicciones
modernas más extendidas en el mundo.
Tanto
así que ni los fieles en las iglesias escapan a la tentación de
“textear” mensajes en plena misa, algo que comienza a enojar al Papa
Francisco, sobre todo si el celular se utiliza preponderantemente para
tomar fotos.
Es probable que el disgusto papal resida más en el factor de
distracción que causa el uso del chateo o del texteo en una ceremonia
religiosa, porque desvincula al usuario de la atención que debe prestar
al sagrado sacramento de la eucaristía.
“La misa no es un espectáculo”, ha dicho el Sumo Pontífice, y es casi
seguro que este reproche tenga amplio eco y materialización con medidas
que restrinjan el uso de los celulares en los templos.
Como el Santo Padre, a muchos también les causa algún tipo de
problemas que en plena reunión de un consejo consultivo empresarial, en
medio de una charla magistral, en el cine mismo, en un restaurante u
otro escenario, el público esté más atento al chateo que a otra cosa.
Inclusive, ya se han tomado medidas de penalización en algunas
grandes metrópolis para multar a los transeúntes que cruzan las avenidas
o caminan por las aceras usando sus celulares, para evitar que sean
aplastados por un vehículo o se vayan al suelo con un tropezón.
Difícil será combatir esta adicción moderna, porque ya está muy
generalizada y, en sentido general, no ha tenido abundantes
consecuencias negativas, salvo cuando se trata de conductores que
textean o ven mensajes en el celular mientras manejan, lo que está
prohibido por las normas del tránsito.
Es que el chateo o el texteo es una de las formas más fáciles y
activas de la comunicación moderna, tanto si se trata de interacción
entre personas, o en el colectivo de las redes sociales, donde el propio
Santo Padre es usuario frecuente, claro, siempre y cuando no esté en
medio de una misa o en una audiencia general en Ciudad del Vaticano.
Tomado del editorial de
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