Un presidente, cualquiera que sea, no es culpable
de que algún o varios funcionarios incurran en actos de corrupción. En
ese sentido no se puede involucrar a la administración de Danilo Medina
en las acciones delictivas destapadas durante esta gestión y en las que
se conocen suicidios y asesinatos.
La política manda a creer en los aliados y colaboradores. Un presidente no puede estar al brinco de la pulga de toda una administración porque desatendería lo fundamental, que es gobernar.
Luego del asesinato del abogado Yuniol Ramírez Ferreras ha brotado la retahíla de actos dolosos durante el gobierno del presidente Medina. Se señalan como si estos implicados fueran miembros de una pandilla de delincuentes atrapados en la red de la justicia. Como si el gobierno fuera una asociación de malhechores. Y no es así. Son eventos separados que se amparan en la impunidad del quehacer cotidiano.
Estos ejemplos debían ser indicadores de que el país requiere reforzar los mecanismos de control y obligar a los funcionarios al respeto de las ordenanzas legales que pautan le vida en democracia.
La política manda a creer en los aliados y colaboradores. Un presidente no puede estar al brinco de la pulga de toda una administración porque desatendería lo fundamental, que es gobernar.
Luego del asesinato del abogado Yuniol Ramírez Ferreras ha brotado la retahíla de actos dolosos durante el gobierno del presidente Medina. Se señalan como si estos implicados fueran miembros de una pandilla de delincuentes atrapados en la red de la justicia. Como si el gobierno fuera una asociación de malhechores. Y no es así. Son eventos separados que se amparan en la impunidad del quehacer cotidiano.
Estos ejemplos debían ser indicadores de que el país requiere reforzar los mecanismos de control y obligar a los funcionarios al respeto de las ordenanzas legales que pautan le vida en democracia.
Los
códigos debían ser más drásticos con las sanciones a funcionarios que
incurren en delitos, porque los jueces, policías y ejecutivos
gubernamentales pueden prevalerse de sus funciones para ocultar o
facilitar el pillaje.
También hay que ser más cuidadosos al momento de las contrataciones
para obtener un perfil del hombre adecuado para cada cargo. La
descomposición social del país tiene asiento en la tolerancia y el
descuido desde las esferas de poder. La tolerancia hacia los amigos o
relacionados involucrados en actos de corrupción no es algo nuevo ni
exclusivo de esta administración.
Mirar un poco hacia atrás y a los lados de la vida política nacional
mostrará a políticos de muchos partidos favoreciendo imputados o
dejándose corromper por delincuentes de saco y corbata o vulgares
traficantes de drogas. No es cosa de ahora. Lo grave es permitir que
siga ocurriendo por falta de vigilancia o aplicar los controles.
La corrupción es un fenómeno contaminante. La tolerancia provoca que
se extienda porque los ocupantes de cargos o funciones públicas se
sienten fuera del alcance de la ley. Los incidentes de los últimos meses
son referentes. Son muchos las acciones dolosas que pasan inadvertidas
y otras también podrían descubrirse más adelante. Muchos pillos se
camuflan para desfalcar el erario.
La corrupción no es culpa de Danilo Medina.
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