MATAR Y DESOLLAR. El país o el
gobierno aprendieron, tal vez de manera tardía, una lección no escrita,
pero que es práctica común en los campos. El animal (vaca, cerdo,
chivo…) se desuella en el mismo lugar en que se mata. Ignoró a la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no acudía a sus
convocatorias, ni respondía sus inquietudes, y solo reaccionaba cuando
se producía una condena. La CIDH se la daba de perdonavidas, desafiando a
diestra y siniestra.
Aunque al final terminaba como vaquero borracho en la cantina solitaria: disparando a las inofensivas botellas de whisky.
Ahora no. Como el gobierno tiene un funcionario con calidad y en capacidad de defender su causa: el consultor jurídico Flavio Darío Espinal, no se pierde ninguna cita. La CIDH no puede como antes despacharse a mansalva. Acoge a todos los peregrinos como era su costumbre, pero no con el éxito del pasado, aun cuando la parcialidad del organismo sigue siendo proverbial. Fue creado con tarea de fiscal y ánimo imperativo en que valen más sus arbitrariedades que las leyes propias de los Estados miembros…
MEJOR DISCURSO. La última convocatoria fue de sorpresa. Los comisionados no se esperaban una representación de ese nivel y mucho menos con un discurso tan bien fundamentado.
El gobierno cuestionó que la CIDH pusiera en agenda el tema de la corrupción y la impunidad en relación a República Dominicana, cuando esa situación es común a todos los países de la región. Odebrecht, por ejemplo, tiene en causa a funcionarios de varias naciones. Y el vicepresidente de Uruguay acaba de renunciar y el expediente es otro. E igual ocurre en Guatemala con un presidente que en campaña fue gracioso, pero que ahora en el poder solo hace chistes malos.
La CIDH, al hacerse eco o aceptar la acusación o promover la cuestión, no solo dejó ver el refajo, sino su falta de templanza, de entereza, y que realmente responde a intereses contrarios a la República. Todas sus posiciones, hasta ahora, son sesgadas. Entre el público no había un telepata capaz de leer la mente de los comisionados, y los interesados no pueden especular, pero la percepción ( también allá se maneja la percepción ) es de que el mensaje llegó. El presidente de la audiencia demandó de los peticionarios que fueran más precisos y dieran mejor uso del tiempo…
LA EMBOSCADA. Si los comisionados fueron sorprendidos por el discurso bien articulado de la delegación dominicana, a su vez esta fue sorprendida por los peticionarios. Esto es, la contraparte.
El grupo fue más o menos numeroso y algunos de sus integrantes son asiduos concurrentes al CIDH cuando la convocatoria tiene que ver con los haitianos o los llamados GLTB. Esta vez, sin embargo, aparecieron en escena dos personajes impensables: Remberto Pichardo y Bartolomé Pujals. Pichardo tuvo una intervención, pero el papel principal correspondió a Pujals, quien – incluso -- leyó el documento de presentación. Pujals forma parte del movimiento Verde y coordina un grupo que se llama La Patada. Así como suena: La Patada. Sin embargo, eso no fue lo que puso chivo a los funcionarios dominicanos. Estos recordaron ( ¡ y qué memoria tienen ! ) que el joven fue firmante y puso voz a un manifiesto en que se demandaba la disolución de la República y la convocatoria de una constituyente. Se la estaban viendo, pues, con la insurgencia delirante de la calle, y allá, diferente a aquí, de igual a igual. La situación no provocó su ánimo ni desbordó sus expectativas, pero sí los llevó a considerar el trance como una emboscada…
LAS PREGUNTAS. El hecho puede ser episódico, o anecdótico, y pasarse la página. Sin embargo, las preguntas no pueden quedarse en el tintero cuando lo que está de por medio o en juego es la República o su democracia. Este sector no se fue al monte ni estableció un frente guerrillero, sino que denunció formalmente el gobierno ante un organismo internacional que por desgracia la tiene tomada contra la nación dominicana. ¿Cómo el coordinador de La Patada pudo colarse en una audiencia de la CIDH en que estaban presentes activistas con más arraigo? ¿La condición de vocero o de figura principal fue consensuada o desde fuera se impuso que Pujals hablara? ¿Cómo decidió la CIDH tan rápido una audiencia sobre corrupción e impunidad en República Dominicana si recibe a diario cientos de peticiones y el tiempo le resulta escaso? ¿Quién dijo al movimiento Verde o al grupo del Manifiesto que la CIDH de mil amores haría coro? Parece nada, y lo es todo. Gente que no pudo llenar el parque La Lira y tuvo que leer para sí, como un monólogo, un documento que se suponía trascendente, accede a un organismo, que aunque propio de controversia, tiene carácter internacional…
Aunque al final terminaba como vaquero borracho en la cantina solitaria: disparando a las inofensivas botellas de whisky.
Ahora no. Como el gobierno tiene un funcionario con calidad y en capacidad de defender su causa: el consultor jurídico Flavio Darío Espinal, no se pierde ninguna cita. La CIDH no puede como antes despacharse a mansalva. Acoge a todos los peregrinos como era su costumbre, pero no con el éxito del pasado, aun cuando la parcialidad del organismo sigue siendo proverbial. Fue creado con tarea de fiscal y ánimo imperativo en que valen más sus arbitrariedades que las leyes propias de los Estados miembros…
MEJOR DISCURSO. La última convocatoria fue de sorpresa. Los comisionados no se esperaban una representación de ese nivel y mucho menos con un discurso tan bien fundamentado.
El gobierno cuestionó que la CIDH pusiera en agenda el tema de la corrupción y la impunidad en relación a República Dominicana, cuando esa situación es común a todos los países de la región. Odebrecht, por ejemplo, tiene en causa a funcionarios de varias naciones. Y el vicepresidente de Uruguay acaba de renunciar y el expediente es otro. E igual ocurre en Guatemala con un presidente que en campaña fue gracioso, pero que ahora en el poder solo hace chistes malos.
La CIDH, al hacerse eco o aceptar la acusación o promover la cuestión, no solo dejó ver el refajo, sino su falta de templanza, de entereza, y que realmente responde a intereses contrarios a la República. Todas sus posiciones, hasta ahora, son sesgadas. Entre el público no había un telepata capaz de leer la mente de los comisionados, y los interesados no pueden especular, pero la percepción ( también allá se maneja la percepción ) es de que el mensaje llegó. El presidente de la audiencia demandó de los peticionarios que fueran más precisos y dieran mejor uso del tiempo…
LA EMBOSCADA. Si los comisionados fueron sorprendidos por el discurso bien articulado de la delegación dominicana, a su vez esta fue sorprendida por los peticionarios. Esto es, la contraparte.
El grupo fue más o menos numeroso y algunos de sus integrantes son asiduos concurrentes al CIDH cuando la convocatoria tiene que ver con los haitianos o los llamados GLTB. Esta vez, sin embargo, aparecieron en escena dos personajes impensables: Remberto Pichardo y Bartolomé Pujals. Pichardo tuvo una intervención, pero el papel principal correspondió a Pujals, quien – incluso -- leyó el documento de presentación. Pujals forma parte del movimiento Verde y coordina un grupo que se llama La Patada. Así como suena: La Patada. Sin embargo, eso no fue lo que puso chivo a los funcionarios dominicanos. Estos recordaron ( ¡ y qué memoria tienen ! ) que el joven fue firmante y puso voz a un manifiesto en que se demandaba la disolución de la República y la convocatoria de una constituyente. Se la estaban viendo, pues, con la insurgencia delirante de la calle, y allá, diferente a aquí, de igual a igual. La situación no provocó su ánimo ni desbordó sus expectativas, pero sí los llevó a considerar el trance como una emboscada…
LAS PREGUNTAS. El hecho puede ser episódico, o anecdótico, y pasarse la página. Sin embargo, las preguntas no pueden quedarse en el tintero cuando lo que está de por medio o en juego es la República o su democracia. Este sector no se fue al monte ni estableció un frente guerrillero, sino que denunció formalmente el gobierno ante un organismo internacional que por desgracia la tiene tomada contra la nación dominicana. ¿Cómo el coordinador de La Patada pudo colarse en una audiencia de la CIDH en que estaban presentes activistas con más arraigo? ¿La condición de vocero o de figura principal fue consensuada o desde fuera se impuso que Pujals hablara? ¿Cómo decidió la CIDH tan rápido una audiencia sobre corrupción e impunidad en República Dominicana si recibe a diario cientos de peticiones y el tiempo le resulta escaso? ¿Quién dijo al movimiento Verde o al grupo del Manifiesto que la CIDH de mil amores haría coro? Parece nada, y lo es todo. Gente que no pudo llenar el parque La Lira y tuvo que leer para sí, como un monólogo, un documento que se suponía trascendente, accede a un organismo, que aunque propio de controversia, tiene carácter internacional…
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