Este es un país nutrido de todólogos, es decir,
de gentes que saben más de medicina que los médicos, de prensa que los
periodistas, de finanzas que los banqueros, de economía que los
expertos financieros, de medio ambiente que los ecologistas o de
cualquier materia que requiera un aprendizaje a fondo, en teoría y
práctica.
Es por eso que más del 50 por ciento de los dominicanos se automedica, decidiendo por sí mismos qué pastilla, compuesto o inyección debe aplicarse para remediar un mal síntoma de salud, un dolor o un ataque epidémico.
Es así, también, como otros se esmeran en producir brebajes o “pastillas naturales” que supuestamente curan o previenen muchas cosas al mismo tiempo, por ejemplo, la caída del pelo, la disfunción eréctil, el cáncer de próstata, el reumatismo, los trastornos pulmonares como el del “pecho apretao” y la sinusitis, entre otras.
Se dan muchos casos de “especialistas” que dicen saber maniobrar con los desperfectos de aparatos electrónicos o de vehículos de motor, con los sistemas de plomería de agua de las viviendas, con electricidad y hasta con la confección de ropas, eso sí, sin dar garantías absolutas de confiabilidad por sus trabajos.
Una situación grave es la que se está dando desde hace tiempo con los que se autorrecetan, de acuerdo con la denuncia hecha ayer en el marco del Encuentro Nacional de Promoción del Uso Racional de los Medicamentos en el sistema público de salud.
Los médicos están alarmados de que más de la mitad de los ciudadanos consume medicamentos sin prescripción de los especialistas, exponiéndose a todos los efectos contraproducentes que pudieran provocar al aplicar tratamientos incorrectos para un tipo de malestar o enfermedad.
Siendo real y aguda esta conducta o esta cultura del “todologismo” parece que será difícil, por no decir imposible, que la sociedad pueda erradicarla por lo absurda y abstracta que resulta.
Ni siquiera si buscáramos otros “todólogos” que supieran cómo hacerlo.
Tomado del editorial de
de la fecha
Es por eso que más del 50 por ciento de los dominicanos se automedica, decidiendo por sí mismos qué pastilla, compuesto o inyección debe aplicarse para remediar un mal síntoma de salud, un dolor o un ataque epidémico.
Es así, también, como otros se esmeran en producir brebajes o “pastillas naturales” que supuestamente curan o previenen muchas cosas al mismo tiempo, por ejemplo, la caída del pelo, la disfunción eréctil, el cáncer de próstata, el reumatismo, los trastornos pulmonares como el del “pecho apretao” y la sinusitis, entre otras.
Se dan muchos casos de “especialistas” que dicen saber maniobrar con los desperfectos de aparatos electrónicos o de vehículos de motor, con los sistemas de plomería de agua de las viviendas, con electricidad y hasta con la confección de ropas, eso sí, sin dar garantías absolutas de confiabilidad por sus trabajos.
Una situación grave es la que se está dando desde hace tiempo con los que se autorrecetan, de acuerdo con la denuncia hecha ayer en el marco del Encuentro Nacional de Promoción del Uso Racional de los Medicamentos en el sistema público de salud.
Los médicos están alarmados de que más de la mitad de los ciudadanos consume medicamentos sin prescripción de los especialistas, exponiéndose a todos los efectos contraproducentes que pudieran provocar al aplicar tratamientos incorrectos para un tipo de malestar o enfermedad.
Siendo real y aguda esta conducta o esta cultura del “todologismo” parece que será difícil, por no decir imposible, que la sociedad pueda erradicarla por lo absurda y abstracta que resulta.
Ni siquiera si buscáramos otros “todólogos” que supieran cómo hacerlo.
Tomado del editorial de
de la fecha
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