Ha devenido en burdo negocio, casi rayano en el
tráfico de personas, el trasiego ilegal de haitianas embarazadas hacia
las principales maternidades y otros hospitales fronterizos, para que
den a luz aquí, gratuitamente.
Si
hubiese una necesidad humanitaria de salvar la vida de un vientre
fecundo, estamos seguros de que ningún centro médico público dominicano
negaría la asistencia debida a las parturientas haitianas, tengan o no
documentos de identidad.
Pero lo que está ocurriendo es todo lo inverso: los casos no obedecen
a una situación de emergencia que amerite la atención de los doctores,
sino a un bien organizado y lucrativo sistema que cobra hasta 10 mil
pesos para traer a una pobre parturienta haitiana a las maternidades
dominicanas.
Ellas pagan el viaje a los coyotes o traficantes de personas, pero no
los gastos del parto, la hospitalización en salas ordinarias o de
cuidados intensivos, que copan todos los días; la alimentación y los
lácteos de sus criaturas, ni las medicinas ni insumos utilizados durante
todo el proceso.
Esos costos los asumen los hospitales, vale decir, el Gobierno,
acusado por los haitianos malagradecidos y sus corifeos en la comunidad
internacional y en algunas ONG locales, de ser racista, xenófobo,
discriminatorio y abusador de los derechos de los inmigrantes ilegales.
República Dominicana, vapuleada en todos los frentes, es la tierra
que con más indulgencia y flexibilidad permite que las embarazadas
haitianas den a luz a sus hijos en nuestros hospitales, una concesión
que de seguro no hacen otros países vecinos.
Pero como se trata de un negocio para unos cuantos, más que por
emergencias de salud, este trasiego incontenible y creciente está
causando a los hospitales del país una sangría presupuestaria, por la
gratuidad del trato, a la vez que una implícita restricción de espacios y
atenciones para las parturientas dominicanas, a las que se les cobran
dichas atenciones, por más pobres que sean.
Esa es la situación que escandaliza hoy a la sociedad dominicana, que
comienza a exigir al gobierno mayores controles de este tráfico
organizado, que nada tiene de humanitario y se desarrolla en paralelo
con el trasiego ilegal de inmigrantes haitianos, ante los ojos tapados
de los vigilantes fronterizos.
Tomado del editorial de
de la fecha
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