La escurridiza figura del “hombre del maletín”, y
no estamos hablando de visitadores a médicos, se ha hecho familiar e
influyente en el sistema de salud repartiendo sus coimas para quebrar
los principios éticos de la medicina y hacer millonarios negocios a base
de engañar a los pacientes.
Tanto ha penetrado en ese sistema que lo ha corrompido de arriba a
abajo, promoviendo ventas de prótesis de cuestionable calidad, aunque
baratas, para aquellos pacientes de las áreas de ortopedia y
traumatología, o recomendando fármacos e insumos que supuestamente son
eficaces, pero carísimos, en el remedio de distintas enfermedades.
Tan
lucrativo parece ser el campo en que se mueven que no son uno ni dos,
sino muchos, los que representan al “hombre del maletín” en este
entramado de corrupción en el que se disputan, mediante “incentivos” y
“regalos”, en efectivo, a veces en dólares, el tráfico de pacientes de
un hospital a una clínica o la venta a sobreprecio de los productos
manufacturados o procesados por determinadas empresas.
Lo que ha denunciado el Listín sobre la realidad de este negocio
burdo con la salud del pueblo es apenas una simple partícula de un
problema de alta magnitud que por años ha persistido, en gran medida
apañado por el silencio cómplice de médicos, administradores y gestores
del sistema, que no se atreven a pisarse las mangueras, como manda el
código de honor de los bomberos.
Con esto, magnifican el ejemplo de Los Tres Mosqueteros, en la
historia de Alejandro Dumas, que juntos actúan bajo el principio de “uno
para todos y todos para uno”, es decir, conocen de las prácticas
violatorias a las regulaciones del sistema y perjudiciales para la salud
humana, pero las callan o las ocultan.
Y esto no debe seguir así.
Es momento de que esta corrupción rampante sea ventilada en el
escenario que sea, pero mejor en el que pueda asegurar que se adoptará
una línea de combate a tales prácticas.
En primera instancia, deben ser el Colegio Médico Dominicano y los
funcionarios de la Salud Pública los que, dejando en la mesa las caretas
que han impedido desarticular este mercado de pulgas con recetas y
prescripciones de medicinas, de terapias, radioterapias, exámenes de
laboratorios, cirugías y rebotes de pacientes, agarren el toro por los
cuernos.
O puede ser la justicia, que está llamada a investigar desde hoy por
qué se ha enraizado este andamiaje de prebendas en desmedro de la
confianza que deben proyectar los médicos y el sistema que los regula
ante los ciudadanos que acuden a clínicas y hospitales a buscar salud y
proteger sus vidas, ajenos a estas triquiñuelas y manipulaciones.
Tomado del editorial de
de la fecha
Tomado del editorial de
de la fecha
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