El propósito del Plan Cóndor, puesto en marcha en
la década del 70 y extendido hasta los años 80, se orientaba a impedir
que las fuerzas revolucionarias de América Latina, específicamente en
Sudamérica, alcanzarán el poder para administrar el gobierno de los
estados desde una óptica popular que no necesariamente estaba llamada a
emular el proceso revolucionario cubano, sino que éste sirvió de fuente
de inspiración para organizar proyectos con ideas transformadoras que
respondieran a la realidad económica, política, social y cultural de
cada país.
La Guerra Fría fue el marco que sirvió de soporte a una colaboración siniestra, dirigida por los Estados Unidos y en la que participaban las dictaduras de América del Sur para vigilar, perseguir y aniquilar a los opositores, sin importar que fueran revolucionarios o defensores del esquema de democracia representativa al estilo occidental, la que reclamaba el respeto a la soberanía, defensa de sus recursos naturales y fortalecimiento de una burguesía nacional que se convirtiera en clase gobernante.
La vigilancia a los opositores se garantizaba no importando el país en que se encontraran, porque todos los exiliados, uno de los recursos de persecución política, eran seguidos día a día por los aparatos de inteligencia de los regímenes, dictaduras sustentadas por los Estados Unidos para garantizar control geopolítico y comercial.
La Guerra Fría fue el marco que sirvió de soporte a una colaboración siniestra, dirigida por los Estados Unidos y en la que participaban las dictaduras de América del Sur para vigilar, perseguir y aniquilar a los opositores, sin importar que fueran revolucionarios o defensores del esquema de democracia representativa al estilo occidental, la que reclamaba el respeto a la soberanía, defensa de sus recursos naturales y fortalecimiento de una burguesía nacional que se convirtiera en clase gobernante.
La vigilancia a los opositores se garantizaba no importando el país en que se encontraran, porque todos los exiliados, uno de los recursos de persecución política, eran seguidos día a día por los aparatos de inteligencia de los regímenes, dictaduras sustentadas por los Estados Unidos para garantizar control geopolítico y comercial.
Pero
cuando pisar los talones no se consideraba sufi ciente, la tortura
entraba en escena; constituía un método “efi caz” para obtener
información si se seguían las instrucciones de los manuales que para
esos fi nes redactaban los estadounidenses en la Escuela de las Américas
que operaba en Panamá.
A veces la naturaleza salvaje de los torturadores se imponía a las recomendaciones de los manuales y el torturado moría.
Las mujeres eran violadas sexualmente y sometidas a toda suerte de
humillaciones; los hombres transitaban por un oscuro túnel sangriento,
lleno de dientes sueltos, de carne rota y mallugada, huesos quebrados,
pulmones reventados, uñas extraídas al calor de los insultos y todo el
manto de cruentas obscenidades que servía de antesala al patíbulo. Los
síntomas de debilitamiento del bloque soviético y el asomo del fi n de
la Guerra Fría fueron poniendo punto fi nal al Plan Cóndor. La
unipolaridad que se impondría posteriormente, sumado a la desorientación
y pérdida de referentes de las izquierdas, desmovilizaron a las fuerzas
progresistas que, lograron reactivarse gracias al fracaso de las
políticas que implementó al capital mundial, a la luz de la arrogancia
de su victoria frente a las llamadas democracias populares.
El fi asco que representaron las políticas neoliberales permitió el
ascenso al poder de las fuerzas progresistas que, comenzaron a gobernar
en favor de las grandes mayorías, lo que devino en el apoyo continuo en
las urnas.
Por Manolo Pichardo ;-
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