Las consecuencias mundiales que puede tener el
asalto a los cielos protagonizado por el multimillonario
anti-establishment son impredecibles, pero la realidad es que los
ciudadanos de Estados Unidos, víctimas del vendaval económico que se
inició en 2007 tras la quiebra de Lehman Brothers y que ha provocado que
amplias capas de la población perdieran poder adquisitivo, le han
comprado al magnate de la construcción un discurso demagógico que
promete recuperar la prosperidad perdida (make America great again!) al
mismo tiempo que agita la fractura social, la xenofobia y el miedo.
La llegada a la presidencia del tsunami Trump está haciendo temblar a los mercados financieros, que ya empezaron a agitarse tras las encuestas que daban al anti sistema una victoria ajustada.
Tras ocho años de mandato de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, muchos esperaban ver por primera vez a una mujer en la Casa Blanca, pero la impopularidad de Hillary Clinton, nadie representa a las élites mejor que ella y la dinastía a la que pertenece, y sus últimos escándalos, reales o inventados, han lastrado a esta candidata.
La llegada a la presidencia del tsunami Trump está haciendo temblar a los mercados financieros, que ya empezaron a agitarse tras las encuestas que daban al anti sistema una victoria ajustada.
Tras ocho años de mandato de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, muchos esperaban ver por primera vez a una mujer en la Casa Blanca, pero la impopularidad de Hillary Clinton, nadie representa a las élites mejor que ella y la dinastía a la que pertenece, y sus últimos escándalos, reales o inventados, han lastrado a esta candidata.
La maquinaria de poder y el despliegue propagandístico de los
demócratas no han sido suficientes para detener al candidato republicano
y su discurso del odio.
Clinton venció en las primarias frente a Bernie Sanders, un
socialdemócrata alejado del establishment que defiende con fervor la
educación y la sanidad públicas. En territorio norteamericano, puede que
a Trump le hubiera bastado con agitar el siempre efectivo fantasma del
comunismo para desactivar a Sanders, aunque eso nunca lo sabremos.
Al igual que con el Brexit, que Trump vaticinó y celebró, o con el
referéndum por la paz en Colombia, el voto oculto y las decisiones de
último minuto han dejado de nuevo en entredicho los sistemas
demoscópicos contemporáneos, incapaces de predecir qué es lo que
realmente quieren los ciudadanos. La práctica mayoría de las encuestas
daban la victoria a Clinton, pero el voto masivo de estadounidenses
blancos ha dejado a la ex secretaria de Estado fuera de ese Despacho
Oval que ya ocupó su marido entre 1993 y 2001.
Muchos países sufren giros bruscos a lo largo de su historia, pero la
poderosa influencia de Estados Unidos en el resto del mundo nos sitúa
ante un tablero de relaciones internacionales hasta ahora desconocido.
Tener al frente de la sala de mandos más potente del planeta a un
magnate de la construcción, estrella de la tele realidad, que ha abusado
de mujeres, que ha insultado a todas las minorías y que niega el cambio
climático nos sitúa a las puertas de la incertidumbre. «Son las
elecciones más importantes en la historia de Estados Unidos y del resto
del mundo», insistían una veintena de actores en su vídeo de apoyo a
Clinton con el que pretendían movilizar a sus compatriotas y que ha sido
percibido por los votantes de Trump como el mensaje de un grupo de
privilegiados que viven desconectados por completo de los problemas
reales de los ciudadanos.
La victoria de Trump es la victoria del puñetazo en la mesa, del
discurso del odio y del hartazgo. La confirmación, en definitiva, de que
el populismo es un fenómeno mundial.
Por Pablo Blázquez ;-
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