Un día como este, hace cincuenta y dos años, la
soberanía del país fue hecha trizas con la invasión de tropas de Estados
Unidos y otros países latinoamericanos, bajo el pretexto de que una
insurrección popular dirigida a restablecer la primera Constitución en
la democracia era comunista.
Desde entonces, la nación quedó partida en dos en el paroxismo de una contienda que cobró más de tres mil vidas, que malogró los primeros logros de una economía que se proyectaba en crecimiento y que nos mantuvo en un estado de guerra durante varios meses.
Si contraproducente fue el retroceso político del golpe de Estado contra el primer régimen libremente electo, de Juan Bosch, en 1963, apenas siete meses después de instaurado, más catastrófica resultó, para la institucionalidad democrática, la dignidad y el orgullo nacional, la humillante intervención de las tropas militares extranjeras un día como hoy de 1965.
Desde entonces, la nación quedó partida en dos en el paroxismo de una contienda que cobró más de tres mil vidas, que malogró los primeros logros de una economía que se proyectaba en crecimiento y que nos mantuvo en un estado de guerra durante varios meses.
Si contraproducente fue el retroceso político del golpe de Estado contra el primer régimen libremente electo, de Juan Bosch, en 1963, apenas siete meses después de instaurado, más catastrófica resultó, para la institucionalidad democrática, la dignidad y el orgullo nacional, la humillante intervención de las tropas militares extranjeras un día como hoy de 1965.
Desde el armisticio que puso fin a los combates, mas no a las
profundas divisiones de la familia dominicana, el país ha ido avanzando
gradualmente en el camino de la institucionalización y el afianzamiento
de su soberanía.
Y es ahora, a tan considerable distancia en el tiempo de aquellos
episodios de sangre, inestabilidad y luto, cuando comenzamos a ver los
impresionantes cambios que ha experimentado el país y a valorar lo que
significa disfrutar de un clima de coexistencia pacífica, de respeto a
las libertades, de pujanzas económicas y de ostensibles avances en
muchos campos.
Si bien estamos todavía mal situados en determinados parámetros del
desarrollo humano, aunque bastante afincados en otros, como es el caso
de la economía y sus pilares más decisivos, siempre será preferible el
orden y la paz, la libertad y el pleno ejercicio de la soberanía, las
mejores cartas para asegurar institucionalidad y democracia.
Esto que hemos logrado como país no podemos tirarlo por la borda,
permitiendo que la soberanía sea corroída por otros intereses y fuerzas
antinacionales, que políticos aventureros que no vivieron la tragedia
del 1965 ni la ruina en que quedamos sumidos, alienten exultantes la
llegada de “primaveras” de rebeldía supuestamente para cambiar el orden
establecido, vendiendo falsas e inalcanzables utopías.
Ha costado mucho, en sacrificio, en trabajo, en perseverancia, en
contribuciones y en la consolidación de una conciencia nacional, llegar
hasta donde hemos llegado hoy: a un momento en que podemos ver ondear
nuestra bandera, los cielos limpios de aviones, helicópteros y
paracaidistas invasores, las calles sin retenes, ni trincheras, ni
cadáveres insepultos, sin verdadera autoridad o Estado de Derecho, y
tener a la vista un horizonte más claro y prometedor, distinto al de las
noches y días negros de cincuenta y dos años atrás.
Tomado del editorial de
de la fecha
No hay comentarios:
Publicar un comentario