Las estimaciones del alcance destructivo de un hipotético conflicto en
la península coreana son escalofriantes. El número de bajas potenciales
es realmente alto.
En pleno incremento de la tensión entre Estados Unidos y Corea del
Norte, y a pocas horas de que Donald Trump informe a los senadores de
Estados Unidos sobre la postura de su administración, se multiplican las
especulaciones sobre qué consecuencias tendría un hipotético ataque norteamericano.
Muchas de esas especulaciones, hasta hace poco, eran de tipo geopolítico;
pero la retórica empleada, tanto desde Washington como desde Pyongyang,
ha caldeado tanto el ambiente que la preocupación se ha trasladado a lo
puramente militar:
los medios de comunicación empiezan a preguntarse seriamente por el
alcance de los misiles, por el número de bajas, por la eficacia de las artillerías o la capacidad de transportar un dispositivo nuclear.
En medio de esta especie de ansiedad pre-bélica, vuelve a ganar relevancia un estudio
del Nautilus Institute publicado en 2012, a cargo del experto Roger
Cavazos. En el informe, que lleva por título 'La brecha entre la
retórica y la realidad' se estimaba que "si el Ejército Popular de Corea
[las fuerzas armadas norcoreanas] optan por disparar contra Seúl en
lugar de atacar de forma prioritaria objetivos militares, habría unas
30.000 bajas en muy poco tiempo", y calculaba que las bajas en el primer
día del enfrentamiento podrían ascender a 64.000.
"Algunas
de esas víctimas serían norteamericanas, porque los militares
estadounidenses tienen alrededor de 28.000 soldados en Corea del Sur",
advierte 'The Washington Post'. De hecho, esa preocupación se ha materializado recientemente, en la planificación de un simulacro de evacuación que afectará a 230.000 estadounidenses residentes en Corea del Sur.
"A menos que estuviésemos en una situación de crisis donde pensásemos
que los norcoreanos se están preparando para atacarnos, un ataque
preventivo contra el programa nuclear y de misiles de Corea del Norte simplemente no es una opción práctica.
Este ha sido siempre el problema para EEUU y sus aliados", recuerda el
profesor de Harvard Gary Samore, en un artículo publicado en la revista 'Bloomberg'.
Samore habla desde la experiencia: ha sido asistente de Bill Clinton y
coordinador de la Casa Blanca en asuntos relacionados con armas de
destrucción masiva, proliferación y terrorismo.
A medida que se
acumula la información y el análisis de los posibles escenarios a los
que podría dar lugar un enfrentamiento entre Corea del Norte y Estados
Unidos, va emergiendo con claridad la noción de que nadie resultaría
beneficiado, y por lo tanto no hay un interés real en iniciar ataques de
ninguna clase. Un artículo publicado en la revista Newsweek advierte que las bajas totales de un conflicto real alcanzarían el millón, incluso si no se emplean armas nucleares.
La escalada de tensión y la retórica belicista
parece servir parcialmente a intereses que tienen que ver con
la política interna de cada país implicado, y en todo caso al
establecimiento de unas determinadas lineas rojas disuasorias en el
panorama geoestratégico, mediante exhibiciones calculadas
de fuerza. De hecho, todo apunta a que la respuesta que dará el
gobierno de EE.UU. al 'statu quo' que consideran "inaceptable" en Corea
del Norte no será de tipo militar: probablemente Trump pedirá a los
senadores que le apoyen en su intención de nuevas sanciones contra
Pyongyang, tal como sugieren sus últimas declaraciones al respecto.
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