Hace poco se me acercó a mi consultorio
psiquiátrico de CEDIMAT en plena crisis de angustia un sacerdote
católico atrapado en un verdadero conflicto entre el secreto de
confesión (sigilo sacramental) y su conciencia de ciudadano de una
sociedad arropada por la delincuencia y la impunidad a todos los
niveles.
Era de un pueblo y me contaba que se le acercó un mozalbete perteneciente a una pandilla de delincuentes que dirigía un coronel de la Policía destacado en esa zona.
Estaba arrepentido de todo lo que había hecho y deseaba salirse, pero sabía demasiado de todas las fechorías cometidas por él y sus compañeros.
Realmente le di la oportunidad de expresarme el peso de conciencia que tenía y me decía que eso sucede en el país entero, sobre todo en los barrios calientes de la capital.
Era de un pueblo y me contaba que se le acercó un mozalbete perteneciente a una pandilla de delincuentes que dirigía un coronel de la Policía destacado en esa zona.
Estaba arrepentido de todo lo que había hecho y deseaba salirse, pero sabía demasiado de todas las fechorías cometidas por él y sus compañeros.
Realmente le di la oportunidad de expresarme el peso de conciencia que tenía y me decía que eso sucede en el país entero, sobre todo en los barrios calientes de la capital.
La Policía conoce a todos los delincuentes.
Solamente agarran a los que operan por su cuenta o fuera de ese manto
de protección. El resto están protegidos. Basta con observar cada vez
que se destapa inevitablemente un maco y sale a relucir un policía
activo o un expolicía, no solo de la Policía, sino de otras ramas de las
Fuerzas Armadas.
Está pasando lo mismo que viví en la Argentina cuando fui embajador
de nuestro país entre los años 2004-2005. Es lo mismo que sucede en
otros países de América Latina. Cuando los que nos cuidan están
involucrados en el delito.
¡A Dios que nos coja confesados! Esto solo se arregla con una firme
voluntad política del Presidente de la República y con una depuración de
los cuerpos de seguridad y un digno ajuste de salarios de los que
queden como probos de hoja de conducta limpia y diáfana en su carrera
militar y policial.
Por Luis Emilio Montalvo Arzeno ;-
El autor es coordinador de la Unidad de Salud Mental de CEDIMAT.
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