LO EXTRAORDINARIO. Muertos Luis
Manuel Medina y Leónidas Antonio Evangelista, asesinados, y José
Rodríguez, suicidado, todo lo que se diga del doloroso suceso será
invención. Ninguno podrá hablar y hasta ahora no se presentan pruebas
que sustenten posibles conjeturas. La primera reacción fue la consabida
inseguridad, tipificándose el hecho como uno de tantos, a pesar de los
elementos que lo acreditaban como extraordinario. Fueron víctimas en su
propio lugar de trabajo y por una persona que era ajena a la emisora.
Incluso Medina en la cabina de radio y en el momento en que hacía sus
habituales comentarios.
Además de que el victimario hirió la secretaria. El saldo pudo haber sido de cuatro y no de tres si Dios no interviene y salva la mujer. Pudo haber sido el conductor del programa, o el dueño del medio o la secretaria, pero ¿por qué los tres? La impresión es que la tragedia fue ocasionada por una furia inexplicable contra la empresa y no contra persona en particular. Sin embargo, no se sabrá, y lo que informe la Policía Nacional nunca será suficiente, o concluyente...
CAUTA, PRUDENTE. La propia Policía Nacional fue cauta, prudente, y no adelantó hipótesis ni reveló aspectos de su investigación. Contrario a otras ocasiones en que filtra datos, da detalles fuera de record, creando situaciones o provocando confusiones que nunca se aclaran. Habrá que saber cómo le llegó el nombre de José Rodríguez, o consiguió la foto que fuera corroborada por la secretaria o el convencimiento de que actuó solo. El suicidio parece una salida fácil para todos, pues el caso se cierra por sí solo. La Policía Nacional, sin embargo, deberá indagar más, pues tiene ante sí una opinión pública descreída, y unos francotiradores con las carabinas cargadas y dispuestos a disparar aunque nada se mueva ni aparezca algo más que sea sospechoso. No pasan los días, todavía nada es definitivo, y ya le cargan el muerto al CEA y al negocio ilícito de sus terrenos, un botín al mejor postor sin que haya guerra que origine ese otorgamiento irregular. ¿Hubo o no hubo desconocimiento en la compra o en la venta, y de haberlo, porqué la víctima es un mediador y no los contratantes?...
EL OTRO PELIGRO. El suicidio de José Rodríguez produce una nebulosa inquietante y peligrosa, pues el hecho abre todas las posibilidades. Lo personal, lo comercial, pero también lo profesional. Se verá el aspecto más socorrido: la indefensión ciudadana, en que la muerte ya no está al doblar de la esquina, sino en la propia casa, o en el lugar de trabajo. Que los malos negocios se resuelven a tiros, y sobre todo a mansalva. Pero igual está la libertad informativa. La reacción primera, y la que viene del exterior, no solo se produce porque han matado a dos personas, que también, sino porque estas se dedicaban a la comunicación. A opinar de los hechos y tomar posición. Justa la alarma de la sociedad y que los periodistas pongan sus barbas en remojo, pues el crimen tiene muchos pespuntes, y uno sería mandar un mensaje, hacer una advertencia. Lo de la cabina fue muy simbólico, además de ominoso. La queja anda y se expresa a diario sobre el desenfreno en los medios. La manera como se habla en radio y se debate en televisión. Mucha gente se contiene, pero otra quisiera proceder...
Además de que el victimario hirió la secretaria. El saldo pudo haber sido de cuatro y no de tres si Dios no interviene y salva la mujer. Pudo haber sido el conductor del programa, o el dueño del medio o la secretaria, pero ¿por qué los tres? La impresión es que la tragedia fue ocasionada por una furia inexplicable contra la empresa y no contra persona en particular. Sin embargo, no se sabrá, y lo que informe la Policía Nacional nunca será suficiente, o concluyente...
CAUTA, PRUDENTE. La propia Policía Nacional fue cauta, prudente, y no adelantó hipótesis ni reveló aspectos de su investigación. Contrario a otras ocasiones en que filtra datos, da detalles fuera de record, creando situaciones o provocando confusiones que nunca se aclaran. Habrá que saber cómo le llegó el nombre de José Rodríguez, o consiguió la foto que fuera corroborada por la secretaria o el convencimiento de que actuó solo. El suicidio parece una salida fácil para todos, pues el caso se cierra por sí solo. La Policía Nacional, sin embargo, deberá indagar más, pues tiene ante sí una opinión pública descreída, y unos francotiradores con las carabinas cargadas y dispuestos a disparar aunque nada se mueva ni aparezca algo más que sea sospechoso. No pasan los días, todavía nada es definitivo, y ya le cargan el muerto al CEA y al negocio ilícito de sus terrenos, un botín al mejor postor sin que haya guerra que origine ese otorgamiento irregular. ¿Hubo o no hubo desconocimiento en la compra o en la venta, y de haberlo, porqué la víctima es un mediador y no los contratantes?...
EL OTRO PELIGRO. El suicidio de José Rodríguez produce una nebulosa inquietante y peligrosa, pues el hecho abre todas las posibilidades. Lo personal, lo comercial, pero también lo profesional. Se verá el aspecto más socorrido: la indefensión ciudadana, en que la muerte ya no está al doblar de la esquina, sino en la propia casa, o en el lugar de trabajo. Que los malos negocios se resuelven a tiros, y sobre todo a mansalva. Pero igual está la libertad informativa. La reacción primera, y la que viene del exterior, no solo se produce porque han matado a dos personas, que también, sino porque estas se dedicaban a la comunicación. A opinar de los hechos y tomar posición. Justa la alarma de la sociedad y que los periodistas pongan sus barbas en remojo, pues el crimen tiene muchos pespuntes, y uno sería mandar un mensaje, hacer una advertencia. Lo de la cabina fue muy simbólico, además de ominoso. La queja anda y se expresa a diario sobre el desenfreno en los medios. La manera como se habla en radio y se debate en televisión. Mucha gente se contiene, pero otra quisiera proceder...
SIN FACTURA. No todo hombre o mujer viene hecho para
la democracia. La cigüeña es caprichosa, pero los intereses sensibles, y
desgraciadamente no siempre el intercambio es justo, respetable,
decente. Unos no quieren que se sepa lo suyo, y otros se creen con el
derecho de hacer y deshacer con las palabras. Solo hay que fijarse en el
contexto y el accionar diario en los medios. La intolerancia por un
lado y la intransigencia por el otro imponen descalificaciones, y el
mundo es enteramente malo, y nadie tiene virtudes, y todos, defectos.
Ahora mismo hay una guerra implacable en las redes e insufrible en la
radio y la televisión. Siembra copiosa de odio, de lo irracional y
contra natura, cuando lo propio, lo lógico, lo legítimo sería un debate
abierto de posiciones. Hasta ahora el agravio, el insulto, la
procacidad, imponen su reinado, pero ¿hasta cuándo? Hay gente que parece
no tener sangre en las venas, pero a otra le hierve. Y no siempre el
camino será llano y recto, y de seguirse con ese ánimo de manigua, en
cualquier recodo pueden sorprender las vías de hecho...
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