Los temas se ponen de moda y las modas pasan. Algunas hacen escuela y otras, sepultadas por novedades pasajeras, se olvidan.
Odebrecht es uno de los temas mediáticos. Como anécdota pasará a la historia y será un referente del régimen de la falta de consecuencias.
Esto de la sobrevaluaciones y sobornos no son temas de hoy, son endémicos del sistema. Lo que hace la diferencia es si cabezas caen bajo la guillotina de la justicia, aunque queden ricos y acogidos en su entorno social. En la sociedad hay una doble moral.
Hay ladrones favoritos. Odebrecht ha provocado hasta choques entre periodistas ubicados en los polos opuestos del Erario. Los intereses afloran y llega el momento en que los altoparlantes pagados tratarán de imponer su discurso contra los que anhelan suplantarlos. Es el juego del poder político. El quítate tú para ponerme yo. Es momento de poner en ejecución aquello de que la mejor defensa es la ofensiva. En medio de esta barahúnda yacen las voces de los ilusos que claman justicia. Se desgañitan y mueven en el aire sus puños como molinetes. Reclaman un cambio. Que haya sanciones. Otra vez sacan el expediente de las marchas, ese mecanismo democrático que es la vía de escape de la olla de presión.
Odebrecht es uno de los temas mediáticos. Como anécdota pasará a la historia y será un referente del régimen de la falta de consecuencias.
Esto de la sobrevaluaciones y sobornos no son temas de hoy, son endémicos del sistema. Lo que hace la diferencia es si cabezas caen bajo la guillotina de la justicia, aunque queden ricos y acogidos en su entorno social. En la sociedad hay una doble moral.
Hay ladrones favoritos. Odebrecht ha provocado hasta choques entre periodistas ubicados en los polos opuestos del Erario. Los intereses afloran y llega el momento en que los altoparlantes pagados tratarán de imponer su discurso contra los que anhelan suplantarlos. Es el juego del poder político. El quítate tú para ponerme yo. Es momento de poner en ejecución aquello de que la mejor defensa es la ofensiva. En medio de esta barahúnda yacen las voces de los ilusos que claman justicia. Se desgañitan y mueven en el aire sus puños como molinetes. Reclaman un cambio. Que haya sanciones. Otra vez sacan el expediente de las marchas, ese mecanismo democrático que es la vía de escape de la olla de presión.
Las
enseñanzas de la Oisoe las pasan por alto. Marchas y piquetes y al
final la vida sigue igual, porque hay que cambiarlo todo para que todo
siga de la misma manera. Tenemos además una comisión paralela al
empleado público encargado de investigar los delitos. Personas ocupadas
que no pueden negarse a una petición presidencial, comprobarán que
nadie es culpable si alguien muere porque le cayó un rayo. Hasta yo me
callo. No es cinismo reconocer la realidad. Ahí está el cínico filósofo
griego Diógenes de Sinope quien criticaba que en vez de cuestionarse
qué estaba mal realmente, la gente se preocupaba únicamente por lo que
convencionalmente estaba mal. Una de sus más afamadas acciones, quizá un
mito, fue caminar las calles a la luz del día, lámpara mano, en
busca de un hombre honesto. La experiencia con la obra teatral
Odebrecht podría llegar hasta a tener su chivo Oswald. Con otro Jack
Ruby. No sería nada nuevo.
No lo digo yo. El Evangelio según San Lucas 23, 39-43 reza que Jesús
le aseguró al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario