Aunque no me sorprendí, sí sentí frustración el
pasado miércoles al ver el espectáculo montado por un ¿legislador? en
una sesión de la Cámara de Diputados. Irrespetuoso, soberbio. Injusto,
me pareció el señor identificado como Pedro Botello. Penosamente,
algunos “colegas” de ese representante romanense expresaron
“solidaridad” con él.
Así no se trata a quien dirige un organismo tan importante y ni un club cultural de barrio. Así no se trata a una dama y mucho menos se trata a alguien que supera en edad a su interlocutor.
A mí me enseñaron mis padres que los demás merecen mi respeto y así tú te ganas el de ellos. Por todas esas condiciones y muchas otras, la actitud irrespetuosa de ese legislador no debió producirse y debió merecer el rechazo de todos sus colegas presentes, lo cual no se produjo.
Es que en nuestro país el irrespeto a las leyes, a la autoridad, al compañero suceden sin que tengan un régimen de consecuencias. La Cámara de Diputados tiene sus reglamentos internos y lo conoce el señor Botello y los demás legisladores. Los turnos los da la presidenta de acuerdo con la solicitud y la importancia del debate y a eso deben acogerse, democráticamente, quienes integran este hemiciclo.
El espectáculo montado por Pedro Botello en la Cámara de Diputados no lo hace merecedor de ostentar la representación de una provincia tan laboriosa y progresista como La Romana. La actitud asumida lo retrata como alguien que tiene una concepción equivocada de lo que son las cosas de Estado.
Y lo decimos porque después de su “show”, al ser preguntado por los periodistas, el señor legislador defendió su actitud y más aún dijo que “la repetiría cuantas veces fuese necesario”. Es decir que la curul asignada a él, comprada con recursos del Estado, puede destruirla porque, fue electo hasta el 2020 y eso le da ese derecho. ¡Qué barbaridad! Eso quiere decir que si por alguna equivocación el pueblo le da a este señor la oportunidad de llegar a la Presidencia, él podría destruirlo todo e irrespetar a todos. Una interpretación equivocada del poder que le concedemos a los políticos mediante el voto.
No puedo callar este atropello en contra de la presidenta de la Cámara de Diputados, Lucía Medina que, aunque no conozco, como dama, madre, mujer y autoridad merece todo el respeto de sus colegas y toda la sociedad, lo que no le profesó el señor Botello al levantarle la voz, amenazarla, acusarla y menospreciar su capacidad, tratando de ahogar su voz cuando le pedía silencio y respeto.
¿Haría lo mismo el “valiente legislador” si hubiese tenido de frente a un hombre conduciendo esa cámara? Sinceramente lo dudo.
Por eso quiero expresar mi repudio a esa actitud y mi rechazo a esa conducta. Ojalá no la repita ni él ni ninguno de los que reciben el voto nuestro para representarnos y no para creerse los dueños absolutos de una curul o de alguna posición pública.
Así no se trata a quien dirige un organismo tan importante y ni un club cultural de barrio. Así no se trata a una dama y mucho menos se trata a alguien que supera en edad a su interlocutor.
A mí me enseñaron mis padres que los demás merecen mi respeto y así tú te ganas el de ellos. Por todas esas condiciones y muchas otras, la actitud irrespetuosa de ese legislador no debió producirse y debió merecer el rechazo de todos sus colegas presentes, lo cual no se produjo.
Es que en nuestro país el irrespeto a las leyes, a la autoridad, al compañero suceden sin que tengan un régimen de consecuencias. La Cámara de Diputados tiene sus reglamentos internos y lo conoce el señor Botello y los demás legisladores. Los turnos los da la presidenta de acuerdo con la solicitud y la importancia del debate y a eso deben acogerse, democráticamente, quienes integran este hemiciclo.
El espectáculo montado por Pedro Botello en la Cámara de Diputados no lo hace merecedor de ostentar la representación de una provincia tan laboriosa y progresista como La Romana. La actitud asumida lo retrata como alguien que tiene una concepción equivocada de lo que son las cosas de Estado.
Y lo decimos porque después de su “show”, al ser preguntado por los periodistas, el señor legislador defendió su actitud y más aún dijo que “la repetiría cuantas veces fuese necesario”. Es decir que la curul asignada a él, comprada con recursos del Estado, puede destruirla porque, fue electo hasta el 2020 y eso le da ese derecho. ¡Qué barbaridad! Eso quiere decir que si por alguna equivocación el pueblo le da a este señor la oportunidad de llegar a la Presidencia, él podría destruirlo todo e irrespetar a todos. Una interpretación equivocada del poder que le concedemos a los políticos mediante el voto.
No puedo callar este atropello en contra de la presidenta de la Cámara de Diputados, Lucía Medina que, aunque no conozco, como dama, madre, mujer y autoridad merece todo el respeto de sus colegas y toda la sociedad, lo que no le profesó el señor Botello al levantarle la voz, amenazarla, acusarla y menospreciar su capacidad, tratando de ahogar su voz cuando le pedía silencio y respeto.
¿Haría lo mismo el “valiente legislador” si hubiese tenido de frente a un hombre conduciendo esa cámara? Sinceramente lo dudo.
Por eso quiero expresar mi repudio a esa actitud y mi rechazo a esa conducta. Ojalá no la repita ni él ni ninguno de los que reciben el voto nuestro para representarnos y no para creerse los dueños absolutos de una curul o de alguna posición pública.
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