Esta expresión, muy usual en el vulgo, es el pasaporte predilecto de
aquellos que se sienten bien haciendo lo que les venga en ganas,
generalmente con desdén hacia las reglas y normas de la buena conducta.
Escudados en esa expresión, que a la vez traduce actitud o
respuesta, mucha gente aquí rompe moldes, convencionalismos, valores
que entienden “desfasados”, se arriesga a probar audacias, a atreverse a
lo insólito, sin importarles las consecuencias.
El “me se importa” también sirve para abonar el ego, el
individualismo, a la hora de aventurarse a una acción, o para
justificar indiferencia frente a las necesidades del prójimo, frente al
sano consejo de los demás o frente al que puede fracasar y no lo ayuda
para evitarlo.
Con ese “me se importa”, usted puede burlarse de la Ley del Tránsito,
meter su vehículo en el carril de las bicicletas de la Churchill, pasar
su vehículo con el semáforo en rojo, irse en vía contraria o manejar
temerariamente una “voladora”, sin prestar atención a los ruegos que
hacen los pasajeros para que se modere.
El “me se importa” también funciona en aquellos que no se resisten
al impulso delictivo porque “no temo coger cárcel”, o el que se presta a
cometer cualquier tipo de daño contra su prójimo, solo porque cree
tiene más estatus económico o social o más prestancia que él.
Cuando los servicios públicos son deficientes o nulos, no mueven un
músculo ni una acción espontánea o solidaria para resolverlo. Se lo
dejan a las instituciones del Estado. “Que resuelvan ellos”.
Si el mundo parece que se les derriba a quienes lo rodean, se
apartan del escenario con un “me se importa” que se frieguen los otros.
La actitud favorable hacia el “me se importa” ha crecido de forma
vegetativa en el país de tal forma que ya también muchos dominicanos
actúan o piensan conforme a este pretexto, y para ellos el propio
destino del país, sus valores y sus instituciones “me se importan”.
En definitiva, el “me se importa” es el más impresionante reflejo
del sentido de irresponsabilidad que desarrollan los infatuados, los
rebeldes sin causa, los que rehuyen salirse de las zonas de confort de
sus vidas, para continuar en el estilo medalaganario, impune e indolente
con el que parasitan en esta sociedad.
Tomado del editorial del
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