El narrador deportivo, eufórico, describía minuto a minuto el compás
de golpes que propinaba el fornido dominicano: “Entra Ceja, sale Ceja,
de nuevo Ceja con tremendo uppercut, vuelve Ceja, sale Ceja”. Y los
oyentes de la radio, por donde se hacían las trasmisiones del boxeo, no
cabían de entusiasmo al saborear de antemano la victoria.
Acostumbrados a los triunfos en línea de este excelente peleador de
la década de los setentas óFausto-Ceja-Rodríguezó, la narración de la
noche parecía ajustarse a la realidad del combate que aunque no podían
verlo con sus ojos, sí podían imaginarlo en sus mentes, siguiendo la
descripción del narrador que, para más señas, era uno de los más
entusiastas admiradores de Ceja.
Al final de la pelea, nadie podía creer lo que escucharía: !Perdió Ceja!.
Como estas hay muchas anécdotas divertidas en el mundo de la crónica y
la narración deportiva, en las que la emoción o el fanatismo, el sesgo
del deseo de presenciar una buena jugada, una pegada brutal o el triunfo
de un equipo, obnubilaban toda objetividad.
Era lo que ocurría cuando, desde la alta cabina donde se sentaban los
narradores, un alto fly que parecía jonron seguro, y así se
preanunciaba por el micrófono, terminaba en un insípido o miserable foul
al catcher.
Una especie de diplopía, el defecto que hace ver una imagen en dos planos distintos.
En el fondo de estas anécdotas deportivas, lo que resulta relevante
es descubrir cómo las percepciones pueden ser manejadas por quien narra o
presume de certero adivino o predictor. Y como estas, también dichas
experiencias se dan en la vida política, en las campañas electorales, o
en medio de algún acontecimiento natural.
Bastó, por ejemplo, una vez, que alguien regara que había un tsunami
en marcha desde San Pedro de Macorís a la capital para que despavoridos
ciudadanos huyeran hacia las partes altas de la ciudad a buscar refugio,
sin antes percatarse de que, para ese momento, el Mar Caribe estaba más
calmo que nunca.
Los fiascos predictivos han generado ahora, con el combate electoral
de los Estados Unidos entre Hillary Clinton y Donald Trump, una amplia
reflexión, acompañada de mea culpas y explicaciones sobre lo que pudo
haber sido y no fue. Univisión y otros respetables medios de
comunicación han admitido que el llamado “sesgo de deseabilidad social”
ha sido el culpable del fracaso de todos sus pronósticos.
“No se dieron cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor y era la
noticia del siglo”, dijo el The New York Times. “Los medios no querían
creer que Trump podía ganar. Así que miraron para otro lado”, dijo el
Washington Post.
Casi lo mismo que le pasó al Chicago Tribune, en 1948, cuando desplegó en su portada este titular: !Dewey derrota a Truman!
Y resultó todo lo contrario.
Entra Ceja,..sale Ceja, entra CejaÖsale Ceja..!Nocaut!
Tomado del editorial de
de la fecha
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