Vistos como despojos humanos, seres miserables y posiblemente
peligrosos, los trastornados mentales no tienen quien los quiera, ni
siquiera la suerte de encontrarse con samaritanos, bastante escasos en
este mundo de egoísmos e individualidades.
Por eso andan sin rumbo, sin amigos y sin dolientes por las calles de
la ciudad, si es que acaso no están internados en el manicomio del 28
(que ya no se le llama así, sino centro de rehabilitación) o aislados,
encerrados o metidos en un cepo, hasta que se apague el estrépito de sus
mentes y sean llamados al descanso eterno.
Los locos dominicanos constituyen, siempre ha sido así, gentes
marginadas de la sociedad, salvo aquellos que por razones de fuerza
mayor tienen que vivir sometidos al encierro o al cuidado de los
especialistas o de sus familias y aun entre estos últimos los tienen
como espinas atravesadas, como un castigo a la vergüenza o el karma de
sus pecados.
Pero toda regla tiene su excepción, por suerte. Y ese fue uno de los
hallazgos más relevantes en el experimento bastante novedoso y
arriesgado al que se sometió nuestro editor Juan Salazar, al disfrazarse
de loco y salir por las calles, como un auténtico desquiciado, para
poner a prueba las actitudes y comportamientos de las personas a las
cuales se les acercaba.
Incluyendo a locos reales, verdaderos. Aunque no se pisaron las mangueras.
Después de padecer burlas y andar entre gentes que lo esquivaban,
autoridades que lo espantaban en las entradas del Metro o de una
universidad, y de palpar toda clase de desprecios, se topó con un joven
en una de las aceras del Centro Olímpico que, a diferencia de los demás,
no se desvió para dejarle el camino limpio, no se atemorizó y, en
cambio, se acercó al supuesto orate para darle una amable y cariñosa
palmada en el hombro y decirle “Cristo te ama, Cristo te ama”, y siguió
su camino, como el buen samaritano, en un ejemplo que pocos imitan.
La experiencia sirvió para ilustrar con emocionantes matices, que se
irán apreciando a lo largo de esta semana en una serie de reportajes del
LISTÍN DIARIO, los ostensibles rechazos hacia los trastornados mentales
de la capital, con la esperanza de que ayuden a sensibilizar a la
sociedad sobre su desgraciada realidad y se encuentren soluciones
prácticas para hacerlos beneficiarios de un trato más humano, más
compasivo, más samaritano para ellos.
Tomado del editorial de
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