En pocas ocasiones como esta uno ha lamentado tener la razón cuando
advirtió a los seguidores del Partido Demócrata de Estados Unidos:
“Tened Cuidado: El odio mueve más que la razón y mucho más que el
corazón”. Y así ocurrió. El señor Donald Trump logró sintonizar con los
derrotados del triunfo de la globalización, los tratados de libre
comercio y los avances de las políticas públicas a favor de las
minorías. Hablo de una parte del electorado que en circunstancias
normales jamás hubiese votado por un irrespetuoso señor xenófobo y
racista confeso, que en medio de un debate amenazó con enviar a la
cárcel a su adversaria, y le insinuó a los defensores de armas que la
mataran. Pero nada de eso importó porque el odio mueve más que la razón
y mucho más que el corazón.
GANARON LOS DERROTADOS
¿Cuáles son las “circunstancias anormales” a las que me refiero? Pues, a
las que surgen a partir del hecho de que todos los avances sociales que
en sentido general ha experimentado la sociedad estadounidense en ocho
años de gobierno de Barak Obama han tenido como víctima particular a ese
hombre blanco, de poca instrucción, insatisfecho y nostálgico del mundo
perdido ya, donde por décadas él fue único dueño y señor... y allá
lejos, muy lejos, negros, latinos, minorías, en fin. Al que me refiero,
es un segmento poblacional que en los últimos años ha visto disminuir su
poder social y su calidad de vida. Cifras económicas ofrecidas por el
Financial Times revelan que los ingresos medios de esos grupos aún no
han recuperado el nivel que tenían antes de la crisis 2008, y en la
actualidad están un 2,4% por debajo de los ingresos que tenían en el año
de 1999.
LOS CULPABLES
A esa realidad respondió Trump con un mensaje que ofrecía a esos grupos
lo que ellos necesitaban: un culpable, que no podía ser otro que la
inmigración ilegal, los tratados de libre comercio, y en esa misma
lógica, culpables todos los musulmanes “porque son musulmanes quienes
han hecho la guerra a Estados Unidos”; como culpables los negros y los
hispanos pobres, por ser beneficiarios de las políticas sociales que no
llegan hasta la mayoría blanca; culpables los homosexuales que al exigir
sus derechos ciudadanos y ser escuchados “están pervirtiendo América”,
o como dijo uno de ellos en algo que parece un chiste malo, pero fue
expresado con total convencimiento: “Ya nos pusieron a un negro en la
Casa Blanca, ahora quieren poner a una mujer, el próximo será un
homosexual”. He ahí la esencia del triunfal discurso que astutamente
Trump remató con su lema fundamental: “Hagamos a América grande de
nuevo”.
LA SORDERA ”DEMÓCRATA
Si añadimos a esto la sordera de la dirección del Partido Demócrata,
incapaz de ver el sentimiento antipolítico y antisistema que recorre el
mundo, donde la ultraderechista Marine Le Pen es la favorita para las
elecciones francesas, y el movimiento alternativo de PODEMOS UNIDOS
lidera la oposición española al gobierno del PP, entenderemos un poco
mejor lo ocurrido. La élite demócrata, incapaz de leer las señales que
la realidad occidental le enviaba, cerró las puertas al liberal y
carismático Bernie Sanders, dueño de un discurso que sin ser antisistema
representa lo más avanzado de los demócratas, y apostó a la más genuina
representante del sistema político tradicional y el establishment
contra quien todo Occidente se viene revelando, desde París a Madrid, la
inteligente, hábil pero desgastada y opaca señora Hillary Clinton.
EL TRIUNFO DE LA CIVILIZACIÓN DEL ESPECTÁCULO
La victoria de un personaje como Trump, decreta el triunfo de “la
civilización del espectáculo” en la política de los Estados Unidos. El
mundo americano venía de la teledemocracia desde Nixon, pasó a la
ciberdemocracia de las redes sociales con Obama y ahora ha llegado a la
politainment, a la democracia de la política como un espectáculo en plan
reality show/ homenaje al mal gusto.
PD: Si el triunfal y victorioso PLD (tan muertecito de éxitos) quiere
tomar nota de lo ocurrido y mirarse en el espejo de los demócratas
gringos y su Sanders necesario, en Google está todo, incluso lo que aún
no ha acontecido. Con su permiso.
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