ANTICIPO DE TREGUA.- La impresión es que el Gobierno
consiguió un anticipo de tregua, como lo tiene por ley con los
impuestos, o hubo un Black Friday político y compró todos los enconos.
Lo cierto es que sus oponentes lucen recogidos o guardados para la
ocasión, y ese sosiego podría deberse dos cosas, principalmente. No
puede competir con las lluvias o con la capacidad de asistencia del
Gobierno, o no saben cómo retomar la lucha después del fallido intento
con la Junta Central Electoral.
Acogerse al hecho consumado fue el mejor
de los bajaderos, pero surge una pregunta mortal: ¿Ahora qué? No
agradecen, y prefieren denostar y descalificar, pero se les hicieron
advertencias, a tiempo y de lugar. Se les dijo que disparar de tan
lejos afectaba la puntería y tan pronto consumiría las municiones.
Ahora se tiene lo peor. No hubo plan B, y se hace cuesta arriba que
entre once o doce fuerzas políticas no fuera posible idear planes
alternativos. Ni camino real ni vereda, y mucho menos la manigua, que
para eso se necesita algo más que contingencia. No se atreven a romper
la taza y no pueden cambiar managers como hacen los equipos de pelota
Águilas y Estrellas...
REPARTIR Y BARAJAR.- Tampoco pueden continuar
varados en el camino, pues el campeonato no espera contrincantes ni
impone ganadores. Trance difícil, pues así como hay un momento de
repartir las cartas, existe otro para barajarlas, y no conviene hacer
ambas cosas a la vez. Por ejemplo, hay partidos del llamado Bloque
Opositor que tenían planes para poner en ejecución en enero o febrero,
contando que lo de la Junta Central Electoral o Cámara de Cuentas o
Tribunal Superior Electoral duraría un rato más largo. No consideraron
que se resolvería tan rápido y contrario a su propósito, o que quedarían
cansados, sin aire e incapaces de dar más brazadas. Los traicionó el
mal cálculo, el contexto, que no se crea o maneja a capricho. Dije y
repito que la historia no es mecánica. Se habló, o por boca de los
partidos o de la sociedad civil, de un nuevo Pacto por la Democracia, de
buscar una solución igual o parecida a la crisis postelectoral de 1994.
Nadie advirtió que la circunstancia era diferente, y de que no estaba
Joaquín Balaguer de por medio ni se había producido un fraude colosal...
NI UNA NI EL OTRO.- Si se tiene una solución a
manos, pero no se tiene problema, de nada sirve y todo andará parejo. No
debe olvidarse que en principio todo el fuego se dirigió a la Junta
Central Electoral, de la que se descubrió al final que era parcial y
respondía a los intereses del partido de Gobierno. El candidato oficial
Danilo Medina nunca fue fervoroso de los escáneres, y dijo que le daba
igual que se contara a manos o con aparatos, evitando que se culpara al
Gobierno del impasse. Medina fuera, solo quedaba Roberto Rosario. Contra
Rosario, pues. Se le aconsejó a Rosario que dejara los aparatos y no
diera excusa a la evidente conjura de los sectores que se sabían
derrotados por anticipado. Pero genio y cabeza dura hasta la sepultura.
Igual se les recomendó a los contrarios que no compitieran con las
encuestas que ponían a Medina por las nubes, ni denunciaran las máquinas
de ser causa eficiente de su fracaso. Ninguno pensó en cabeza ajena, y
puestos de acuerdo corrieron el riesgo, y el resultado no fue sorpresa
para propios ni extraños. Un triunfo espléndido, y nada que provocara
una crisis postelectoral como la de 1994Ö
ENTRE SEÑA Y SEÑA.- En esas se anda ahora, y lo más
interesante es que las aguas empiezan a moverse en una dirección que no
es inesperada, pero sí pronta. A falta de lucha política entre oposición
y Gobierno, dentro de los partidos se producen escarceos y afuera se
hacen las apropiaciones de candidatos. La gente le cogió las señas a
Leonel Fernández y a Hipólito Mejía, quienes con distintas plataformas
giran con el mismo supuesto. Y cómo no es posible dejar a Danilo Medina
fuera de viaje, se devuelven y lo montan en la guagua, haciendo como
Juan Luis que vaya en reversa. Los diplomados y las maestrías no solo en
las universidades, también en los campus de la política. Un entramado
de teatro del absurdo, pero con buen público. Lo de Fernández y lo de
Mejía depende de lo de Medina. Si va, que no puede ir, o si no va, que
sería la sorpresa del siglo. Vieron a la Constitución pensando y a la
Reforma al acecho, y una le dijo a la otra: Lo malo es la primera vez,
que en la segunda desaparecen los escrúpulos...
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